lunes, 7 de diciembre de 2015

“No te pago para que me pegues”: López-Portillo

Por Ventura Cota y Borbón III
Han transcurrido cerca de ochenta años durante los cuales cierto sector de la prensa, de una manera abyecta, en lugar de ser un contrapoder del Gobierno en turno, no es más que un instrumento más de éste, que ayuda –literal-, a su legitimación, aunque sea espuria. Fue en el sexenio de José López Portillo, en que el gremio periodístico se vio exhibido frente al gran público ante una frase célebre pero lapidaria: “No te pago para que me pegues”. Con esa sentencia, el Presidente visualizó una norma no escrita, mas sí tácita, de la relación prensa-poder.

Y esa máxima, por desgracia para todos quienes nos dedicamos de alguna manera a comunicar –aunque sea de mitotes, como dijo cierta “representante” de la cultura en Guaymas-, es lesiva en todos los sentidos.

Los gobernantes de hoy, del tamaño que sean sin excepción, hacen uso del dinero público para proteger su corrupción y comprar impunidad. Por cierto, ambos términos impregnados en ellos como patente de corso. Sin duda los modernos sicofantes, desdeñan y soslayan las críticas que aunque vayan en sentido motivante, las ven siempre como agresiones.

Cuando una Casa Editorial o un periodista de modo particular conviene con alguna administración gubernamental, queda implícito dentro del acuerdo de marras, que se vende el espacio y el criterio (si acaso existe) por tanto el silencio impuesto motu proprio de la denuncia, no aplica so pena de perder las canonjías o privilegios obtenidos en dichos conciliábulos perversos y ramplones.

Es verdad que el político en muchos de los casos no te va a pedir abiertamente que no lo “agredas”; sin embargo es un acto convenido aun sin mencionarlo. Y si de alguna manera el periodista “osa” divulgar alguna nota que no favorezca al “interfecto”, por ese hecho, ipso facto, debe despedirse de la dádiva que del erario se le dispensa. Regresa el clásico: “No te pago para que me pegues…”.

Y un paradigma de lo antes escrito se visualiza en la reciente y vergonzante  exhibida del señor Alejandro Padilla, representante del Grupo Padilla Hermanos, quien ante la embestida de una turba muy molesta, huyó para evitar además de los insultos verbales, una posible agresión física. Como no hubo o cuando menos no ha habido un arreglo satisfactorio con el ayuntamiento entrante, el grupo de periodistas de esa organización, día tras día arremeten contra la cabeza principal de esta administración encabezada por Lorenzo De Cima Dworack.

Puede inferirse por tal acto, que el alcalde porteño no ha cedido ante las pretensiones millonarias de los Padilla y por ello se entienden, mas no se justifican, los obuses en su contra.

Hasta hoy tal y como me afirmó la directora de comunicación social Águeda Barojas, el alcalde ha dejado y dejará trabajar libremente a los compañeros periodistas. Si hiciera lo contrario estaría comportándose como otros munícipes y caería de manera chafa en prohibiciones que pueden ser o no acatadas según la conveniencia de cada quien.

Ni modo, mientras se siga tomando los dineros públicos para que ciertos políticos que actúan como reyezuelos paguen para que nos les peguen, será el cuento de nunca acabar. Un vicio que no terminará porque como se maneja en los corrillos periodísticos, con la dignidad no se come…


He dicho.