Por Ventura
Cota y Borbón III
En año de 1982
tuve mi primer contacto con la asociación de Alcohólicos Anónimos ya
que un familiar muy cercano con graves problemas con la bebida se unió a dicha
agrupación. Posteriormente, ya de modo profesional, en 1995, entrevisté a un
miembro con motivo del sesenta aniversario de esa institución y desde entonces
he conocido historias verdaderamente asombrosas que muchos podrán dudar de su
veracidad, sin embargo, documentos las apuntalan.
Entre las personas
que amablemente me brindaron datos muy valiosos había quienes tenían unos
diez años sin beber y otros que rebasaban los quince y hasta veinte. Realmente
los AA's son seres admirables y maravillosos. De uno en especial
guardo inolvidables recuerdos porque hicimos muy buena amistad. Aunque ya
falleció hace seis años, me reservo su nombre por cuestiones de políticas de la
propia agrupación.
El señor de la
historia, empezó a tener problemas aún más graves que los que tenía cuando
bebía como la pérdida del empleo, muerte de familiares cercanos, enfermedades,
etc. Éste, desesperado por tan inusual situación decidió emborracharse para
"olvidar". Como en el pueblo donde vivía tenía un excelente historial
como una persona grata, decidió irse a Chicago a perderse en el alcohol.
Una vez en la
Ciudad de los Vientos, buscó una taberna. Por las que pasaba estaban atestadas
de gente y él sólo quería ponerse miserable y solitariamente borracho.
Por fin encontró
un tugurio en un sótano; entró y se aposentó en la barra. Extendiendo la
mano soltó una par de monedas y pidió un whisky. El cantinero tomó las
monedas e iba a servir el trago, mas giró sobre sus pies y le dijo al
cliente en voz baja: --"Hace unos meses estuve en una charla de
Alcohólicos Anónimos en Milwaukee y le escuché a usted decir las cosas más
grandes y maravillosas que había logrado con su sobriedad. Una plática muy
hermosa...".
El miembro de
doble A, después de escuchar al cantinero, tomó las monedas y reflexivo se
retiró del lugar. No bebió como era su plan, simplemente regresó a su pueblo y
siguió siendo el AA que era antes...
Y remataba mi
amigo el del relato:
Se estima
que en Chicago había en 1952, ocho mil
cantinas que empleaban a 25
mil cantineros. El miembro de AA que buscaba emborracharse entró en la
única cantina entre ocho mil en la cual trabajaba el único cantinero entre
25 mil que sabía que ése no era su lugar y a eso se le llama MILAGRO
MATEMÁTICO, aunque mi amigo decía que era obra de DIOS o una
diosidencia...
Historias como
esas se tejen diariamente en doble A, posteriormente les platicaré otra.
Buenos días...