viernes, 11 de septiembre de 2015

Desencanto democrático y antipopulismo, retos de Claudia Pavlovich

Por Jesús Susarrey
La irritación por la desaseada y desatinada gestión del gobierno deGuillermo Padrés, así como, la exigencia de que los responsables rindan cuentas son los sentimientos ciudadanos preponderantes pero no la única consecuencia en el arreglo político estatal. Más allá del desastre que exhiben los diagnósticos y del nuevo mapa político, subyace el debilitamiento de la imagen de la democracia representativa como forma de gobierno.

En todos lados se habla mal de la política y se acompaña de un sentimiento de frustración y desencanto con la democracia. Y no es para menos, el Gobierno actual proviene de un deseo mayoritario de cambio en la manera de hacer política que generó inclusive la primera alternancia partidista. No obstante, el anhelado cambio resultó contraproducente y paradójicamente motivó la segunda alternancia. 

Por supuesto que puede responderse que las desviaciones serán corregidas durante la gestión de la gobernadora Claudia Pavlovich; que el nuevo proyecto contempla mecanismos que garantizan que no se repitan y que la democracia representativa se fortalecerá con sus resultados.

Hay algo de razón en esos argumentos pero son insuficientes para restablecer el aprecio por la democracia y no porque el enfoque  del proyecto que pretende encabezar la Gobernadora sea inadecuado, las rutas esbozadas parecen ir en la dirección correcta, pero el desencanto  obedece a fenómenos complejos que demandarán un tratamiento especial. 

Entre ellos, destacan: el discurso de la antipolítica y el activismo populista; los magros resultados económicos; la incomprensión de la dinámica de la gobernabilidad democrática, y; la añoranza por la “eficacia” del autoritarismo. 

La antipolítica, el activismo populista y el desprecio por el orden democrático.
El justificado enojo ciudadano por la irresponsabilidad de no pocos actores genera posturas antipolíticas que, más que desconfianza, muestran  desprecio por el orden democrático. Se ha trazado una línea entre los actores e instituciones políticas, que representan el mal, y, la llamada sociedad civil que encarna virtud y sabiduría y que descalifica de antemano cualquier proyecto sin verificar su viabilidad y autenticidad.

Por ejemplo, hay quienes califican de insincero el programa de la Gobernadora sólo por su afiliación priista o cancelan al PAN toda posibilidad de encabezar futuros gobiernos sólo por los desaseos del actual. En su óptica, todos los partidos políticos son incapaces de formar buenos gobiernos y más que impulsar su recomposición o la creación de nuevas opciones, pugnan por su anulación, sin formular o pronunciarse con claridad por alguna alternativa como las candidaturas independientes por citar una.

Desde luego que la mala fama de los partidos y de toda la sociedad política ha sido bien ganada y la libertad de expresión de las ideas debe celebrarse, pero si se trata de tomar a la democracia en serio habrá que formular contrapropuestas, exigir deliberación pública y apegarse a sus procedimientos.

El populismo como activismo político es otro fenómeno. Los estudiosos coinciden en que las crisis de representatividad que genera la ineficacia gubernamental y la exclusión social le allana el camino. Sus discursos y proyectos se alimentan de los deficientes resultados públicos. Se colocan del lado de los sectores excluidos o desatendidos para rechazar toda propuesta diferente a la suya; para ofrecer atajos o de plano rehusarse a conceder poder a las instituciones. Sus proclamas simplemente son indiscutibles y deben ser atendidas.  

En su arenga descalificadora apelan a problemas de incuestionable sentido social como el derecho al agua, la pobreza, la desigualdad o la deficiente rendición de cuentas. Pretenden convencer que la solución a todas las calamidades es simple y que sólo requiere de voluntad. La fórmula es sencilla, el problema es por ejemplo la corrupción, el autoritarismo, los intereses de grupos, la impericia gubernamental. Es lamentable que haya mucho de verdad en ello, su erradicación es impostergable, pero dista mucho de ser suficiente y que garantice el mundo ideal que bosquejan.

Si bien hay sinceridad en algunos activismos, otros obedecen a proyectos particulares y electorales pero los identifica el intento por simplificar lo complejo. No se advierte en ellos la necesaria deliberación para formular diagnósticos objetivos que precisen responsabilidades y alternativas de solución. Desde luego que algunas de sus demandas tienen sustento, pero en otras, una evidencia o la simple percepción es suficiente para rechazar el todo.

En otros casos, más que derechos – que son para todos- se exigen privilegios para ciertos grupos. Olvidan que socialmente cohabitan intereses y programas diversos, que todos deben ser escuchados, pero también priorizados y articulados en función del interés general. De eso se trata el pluralismo y la gobernabilidad democrática.  

Hemos señalado ya que la gobernabilidad - la capacidad institucional para responder a las demandas de la sociedad -  además de la voluntad política, exige una base fiscal suficiente; un Estado de Derecho robusto; la efectiva división y supervisión entre poderes; rendición de cuentas y; un Federalismo consolidado. Nada de ello se puede presumir en Sonora.

Dogma neoliberal y tecnocracia Vs democracia política.
El prolongado periodo de estancamiento económico es otra fuente de descontento con la democracia. En el se esconde el dogma neoliberal que pretende retirar a la política y al Estado para regirse por la invisible mano del mercado y por el frio cálculo tecnocrático. 

Cierto que la democracia política no es la varita mágica que todo lo resuelve pero es innegable que establece prioridades colectivas, exige justificarlas y exhibe simulaciones. La “eficacia” del autoritarismo que privilegiaba intereses por decisión gubernamental es engañosa y su herencia son los rezagos estructurales que el triunfalismo y la demagogia han intentado ocultar.

Se trata por supuesto de percepciones sobre las que hay que profundizar, pero es innegable que debilitan la confianza en nuestra democracia y que su atención es insoslayable para la construcción del gobierno honesto y eficaz que exigen los sonorenses.