martes, 21 de julio de 2015

Entrega-Recepción: Imperativo democrático, no voluntarismo

El deber de la Gobernadora electa y la obligación del Gobernador; gobierno de hombres no de ángeles; controles institucionales no confianza

Por Jesús Susarrey

No es que la Gobernadora electa muestre mayor sensibilidad para comprender la agenda política que exige un sistema democrático, tampoco la supuesta resistencia del gobierno actual para iniciar los trabajos de entrega-recepción, en todo caso oficialmente ya se estableció una fecha para su inicio formal dentro de los tiempos legalmente establecidos.  

Lo que llama la atención por un lado es que la responsabilidad jurídica y política sea abordada como si se tratara de un acto voluntario, más aún, que sea referido incomprensiblemente como un acto de buena voluntad y no como un proceso institucionalizado que cumple un mandato popular y que busca proteger el interés general. Por otro lado, motiva reflexión el persistente escepticismo –ese si entendible - en la eficacia de las instituciones para procesar adecuadamente el cambio de gobernantes.

Transparencia y rendición de cuentas obligación del Estado.

Los dispositivos para la transmisión del poder surgen de un complejo entramado de principios y derechos en el que la transparencia y la rendición de cuentas son obligaciones fundamentales del Estado y dan contenido a la democracia como forma de gobierno. 

Debiera ser innecesario precisar que no se trata de un simple acto protocolario y sus reglas de cortesía o de un recambio gerencial con sus limitados objetivos contables.

En democracia, la facultad de mando inherente al ejercicio de los poderes públicos es otorgado por voluntad mayoritaria de manera temporal y limitada. Conlleva responsabilidad política, entendida como eficacia para atender los asuntos públicos, y responsabilidad legal que demanda apego irrestricto a las normas  y la ausencia de abusos de poder.

De eso trata la obligada rendición de cuentas, supone la capacidad de las instituciones políticas para hacer responsables a los gobernantes de sus actos y decisiones. La entrega- recepción es parte de esas pulsiones democráticas que pretenden hacer público los asuntos públicos para sobreponer el interés mayoritario como diría Norberto Bobbio. Del grado de responsabilidad política deriva la eficacia de un gobierno, de la legalidad de sus actos la honestidad.

La entrega-recepción como factor de avance o retroceso democrático. 

Los referentes desde luego que no abonan, ni la omisión en el escrutinio, con su ya clásico “borrón y cuenta nueva”, ni el linchamiento político que simula y se agota en lo mediático, han hecho posible el derecho ciudadano a que le rindan cuentas. La conquista democrática sobre la opacidad y la discrecionalidad del autoritarismo que define un modelo de relación entre la sociedad civil y el Estado en función del interés de los representados ha quedado en el papel. Es paradójico que la incomprensión y el desdén provenga de la sociedad política.

El enorme avance que representa que en Sonora hoy día la ciudadanía con su voto decida quien gobierna y que el examen de las urnas haya producido ya  la segunda alternancia partidista, se diluirá de no concretarse en una entrega-recepción que contribuya a la efectiva rendición de cuentas y a la evaluación objetiva del desempeño gubernamental. El voluntarismo se sobrepondrá de nuevo a las instituciones políticas. Esa es la dimensión del reto de los equipos de transición y rebasa con mucho al frívolo interés por la evadir responsabilidad; por el cobro de afrentas políticas o para candidatearse a puestos públicos.

Hay que decirlo sin ambigüedades, es obligación del gobierno actual explicar y  justificar el ejercicio del poder que le fue conferido temporalmente y proporcionar la información requerida. No es una concesión, es una práctica regulada por la Ley y es deber de la Gobernadora electa asumir con seriedad el compromiso y señalar inconsistencias; a las instancias competentes corresponderá determinar su legalidad y la aplicación de sanciones si es el caso. La dinámica puede ser tersa o ríspida pero nada les exime de la responsabilidad de cumplirla.

Poder sujeto al imperio de la ley y la razón, no a voluntarismos ni caprichos.

No es casual que la filosofía política establezca la conveniencia depositar el poder político en instituciones y sujetarlo a controles y al imperio de la ley. Los gobiernos producen bienes  públicos como servicios de salud, seguridad, protección civil etc., su carencia o insuficiencia afecta al conjunto de la sociedad. De ahí la transcendencia de contar con indicadores de gestión confiables y no los acostumbrados triunfalismos que impiden un diagnostico situacional objetivo, saber en dónde estamos, hacia donde vamos y definir alternativas en el argot de los estrategas.

De nuevo, en lugar del voluntarismo y del capricho, el imperio de la razón. El esquema recoge los ideales de los fundadores de la democracia en norteamérica para un buen gobierno. “fidelidad a su objeto, que es la felicidad del pueblo, y un conocimiento de los medios que permitan alcanzarlo”. La improvisación y la simulación son injustificables.

Por ello, los estudiosos del poder prescriben que en el terreno del servicio público no hay lugar para la irritabilidad o la hipersensibilidad del susceptible. Los controles institucionales que prevé el arreglo democrático suponen la vigilancia de los gobernantes no la confianza. “Si los hombres fuesen ángeles, el gobierno no sería necesario. Si los ángeles gobernaran a los hombres, saldrían sobrando lo mismo las contralorías externas que las internas del gobierno.” prescribió el llamado padre de la Constitución James Madison.

El esquema no es discutible, corresponde al gobierno actual y al entrante su correcta aplicación, a la ciudadanía expresar aprobación o desaprobación por su desempeño. Para Sonora es avance o retroceso democrático.