Juan Carlos Cruz Vargas/ Proceso
En México, 2.3 millones de personas, casi todas mujeres,
realizan labores domésticas remuneradas en condiciones precarias: su trabajo es
imperceptible, de jornadas largas, sin prestaciones económicas, con escasa
escolaridad y sin reconocimiento social, reveló el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía (Inegi).
En el marco del Día Internacional del Trabajador
Doméstico, que se conmemora el 22 de julio, el Inegi calificó como drástica la
situación de las mexicanas dedicadas a limpiar una o diferentes casas, cocinar,
lavar y planchar; dedicarse al cuidado de los niños, ancianos o enfermos de una
o más familias, o hacerla de jardineras, vigilantes de la casa, chofer de la
familia e incluso cuidadora de animales domésticos.
Por su parte, los hombres ocupados como trabajadores
domésticos suman más de 121 mil personas: 49.3% como empleados domésticos y
45.4% como choferes en casas particulares.
Evidentemente, trabajar en casa ajena es una necesidad de
las mujeres que a lo mucho estudiaron la secundaria, y la mayor parte de ellas
tiene hasta tres hijos que mantener.
En cuanto a los ingresos, llama la atención que 73.2% de
los trabajadores domésticos remunerados reciben hasta dos salarios mínimos
mensuales como retribución a sus labores; 20.2% percibe más de dos y hasta
cinco salarios mínimos, y 0.2% declara no ganar dinero por sus servicios.
En esta ocupación las mujeres perciben ingresos más bajos
que los hombres: 74.9% obtienen hasta dos salarios mínimos, mientras que para
ellos la proporción en este rango de ingresos es de 41.4%.
En otras palabras, siete de cada 10 mujeres que trabajan
en labores domésticas ganan hasta 700 pesos semanales o 140 pesos al día,
dinero que apenas alcanza para un kilo de huevo, un garrafón de agua, un kilo
de tortillas, un kilo de frijoles y, si acaso, para los pasajes de los tres
niños que tienen que mantener. Ni hablar de gastos en vivienda, educación,
vestido y mucho menos entretenimiento.