* El presidente de EE UU pide, en su primera visita al
Vaticano, que se escuche a Francisco
** Conversan sobre la situación internacional y los
migrantes
Pablo Ordaz/ElPaís
Cada uno a su manera, los dos llegaron al lugar que hoy
ocupan desde el fin del mundo. El primer presidente negro de la historia de
Estados Unidos y un arzobispo callejero, en contacto constante con la pobreza,
que se convirtió en Papa en
medio de un Vaticano corrompido por las guerras de poder.
La visita de Barack Obama a Roma consagró aún más si cabe
el liderazgo mundial de Francisco, por cuanto no se limitó al habitual
intercambio de sonrisas, secretos y fotos. El presidente de la nación más
poderosa del mundo hizo un llamamiento a prestar atención a los mensajes de
Jorge Mario Bergoglio — “la suya es una voz que el mundo debe escuchar”— y se
ofreció a luchar juntos contra la pobreza: “Él nos desafía. El Papa nos pone
ante los ojos el peligro de acostumbrarnos a la desigualdad. Y su autoridad moral
hace que sus palabras cuenten. Con una sola frase, él puede focalizar la
atención del planeta”.
Por la tarde, durante una conferencia de prensa conjunta
con el primer ministro italiano, Matteo Renzi, Obama fue más explícito. Se
mostró “muy conmovido” por el encuentro y explicó: “Hemos hablado mucho sobre
los desafíos y los conflictos actuales y de lo difícil que es mantener la paz
en el mundo. He percibido un gran interés por parte de su santidad sobre la
situación de Oriente Próximo, sobre todo en Siria y Líbano, y por la
persecución que sufren los cristianos en esas zonas”.
Vino a decir el presidente de EE UU que, en cierta
forma, su trabajo y el de Bergoglio son complementarios: “Nosotros, los
políticos, tenemos el deber de encontrar las soluciones a los problemas. Su
santidad tiene la capacidad de abrir los ojos a la gente para que vean el
problema, porque el peligro es la indiferencia y el cinismo cuando se trata de
ayudar al menos afortunado”.
Antes del encuentro, durante una entrevista con el diario
italiano Corriere della Sera, Obama ya había hecho hincapié en el
liderazgo moral de Jorge Mario Bergoglio: “Ha inspirado a la gente de todo el
mundo y también a mí con su esfuerzo por la justicia social y su mensaje de
amor y compasión, especialmente por las personas que, entre nosotros, son las
más pobres y vulnerables (…). Su testimonio, el hecho de ir siempre en busca de
los últimos, de aquellos que viven en las condiciones más difíciles, tiene
también el valor de una llamada de atención: nos recuerda que cada uno de
nosotros tiene la responsabilidad individual de vivir de un modo recto,
virtuoso (…). No se trata de solo un problema económico: en el fondo es una
cuestión ética. Yo creo que, al referirse a ello continuamente, el Papa nos
pone ante los ojos el peligro de acostumbrarnos a la desigualdad.
De
acostumbrarnos a este tipo de desigualdad extrema hasta el punto de aceptarla
como normal”. También hablaron de la reforma migratoria: “Una persona como el
Papa, que procede de América Latina, conoce bien la situación de quienes han
emigrado, tienen hijos nacidos en Estados Unidos, pero que se ven obligados a
vivir en la sombra y muchas veces son deportados”.
Durante el intercambio de regalos, Obama aprovechó para
invitar al Papa a visitar Estados Unidos, a lo que Bergoglio respondió en
español: “¿Por qué no?”. Durante el tiempo abierto a las cámaras de televisión,
el presidente estadounidense se mostró mucho más sonriente que el Papa, quien,
no obstante, bromeó y se dejó fotografiar aquí y allá junto a su invitado.
Antes del encuentro con Obama, el Papa dijo misa a las siete de la mañana ante
493 parlamentarios italianos. La práctica totalidad de diputados y senadores
escucharon durante la homilía una seria advertencia por parte de Francisco ante
los peligros de la corrupción en la política: “Es tan difícil que un corrupto
pueda volver atrás… El pecador sí, porque el Señor es misericordioso y nos
espera a todos. Pero el corrupto se fija en sus asuntos, y sus asuntos son la
corrupción”.
Desde que llegó a la silla de Pedro, Bergoglio no ha
dejado de lanzar aldabonazos contra la corrupción y los privilegios, tanto los
que se cometen desde el interior de los muros del Vaticano como de la política
en general. Y ese es, según Obama, uno de sus atractivos: “Una de las
cualidades que más admiro en el santo padre es su coraje de hablar sin pelos en
la lengua de los desafíos económicos y sociales más grandes con los que nos
encontramos en estos tiempos".