Ventura Cota Borbón
Frente a
la entrada a los multifamiliares del ISSSTE, los que están situados en el
cerrito del Malakof –para más señas, donde está el monumento a Benito Pablo Juárez García-, existe
desde hace bastantes años una piedra de forma ovoide que pesa lo menos unos 120
kilos.
Foto de Fco. Javier Castañeda |
Pues
bien, cuando yo vivía en ese barrio, casi todas las tardes me sentaba en los
escalones de la casa a tocar la guitarra y me distraía viendo pasar a la gente.
En una tarde de las que menciono, me llamó la atención un niño que vivía a la “altura”
del templo cristiano que está a media subida por la calzada. Su nombre me lo
reservo por cuestiones de respeto a la familia.
Él,
mientras jugaba a los “carritos”, se le atravesó en su ruta la piedra que
refiero al inicio de este relato. ¿Qué fue lo que acaparó mi vista sobre él?
Otro niño en su lugar usando la lógica, hubiera rodeado el pesado monolito; sin
embargo Daniel, por llamarlo de algún modo, a sus seis o máximo siete años,
empezó a tratar de mover la piedra. Yo hasta dejé de tocar la guitarra para
ponerle atención. Y fue casi durante unos quince minutos en que poco a poco,
Daniel logró mover unos centímetros el obstáculo y siguió con su juego
infantil.
Después
supe que este niño está enfermo de autismo. He allí la tozudez y empecinamiento
de su faena, me dije. Quienes padecen de este trastorno, entre otras cosas,
acusan una aguda inteligencia y son TERCOS, en el buen sentido de la palabra.
A Daniel
lo he visto en fechas recientes y es un joven casi adulto con apariencia muy
normal. Lo he saludado en la calle y él con cortesía devuelve el saludo. (El
paradigma más evidente de esta pseudo enfermedad, lo vi en una película llamada
“Rain man”, con Dustin Hoffman y Tom Cruise.)
Doña Cuca
El otro
personaje a quien quiero referirme en este pergeño, es una señora que le dicen
doña Cuca. Ella es mamá de un buen amigo personal y en mi opinión es digna de
admiración.
No puedo
asegurar cuál es su edad pero seguro estoy que cruza los 90 años y a pesar de
su madurez y enfermedades propias de su condición, todos los días desde hace
años baja con paso trémulo desde la cima del barrio hasta el templo que está
dentro del asilo de ancianas.
Me
consta que sigue haciendo esa actividad porque cuando voy de paso al centro,
aún puedo verla recorriendo la calzada hasta la calle 12, con su andar casi
agachado pero procurando evadir los obstáculos que la conduzcan segura rumbo a
su destino: un templo donde puedo inferir se pone en manos de Dios.
A Daniel
y a doña Cuca Dios los siga conservando tan sanos como desde el tiempo en que
los miré por vez primera. He dicho.