Ventura Cota Borbón
Interesante plática la que sostuvimos la
tarde de ayer Alán Aviña –un joven que pasó de ser una promesa en periodismo de
investigación a una realidad-, y quien esto pergeña, acerca de los diversos acontecimientos,
particularmente en lo económico y religioso que derivaron desde que México
presuntamente fue conquistado por los españoles, hasta la era actual.
Alán me explica que de acuerdo a la hipótesis
que menciono líneas arriba, por la situación de ingente riqueza combinada con crasa
ignorancias y dogmas ya establecidos en los mexicas, independientemente de
quienes hayan venido como conquistadores –y eso incluye ingleses, franceses,
alemanes, etc-, el resultado hubiera sido siempre el mismo: lo que antaño y
hogaño somos como país.
Ellos –los “conquistadores”, por encontrar
todo, en la extensa palabra como tal, simplemente aprovecharon el momento y
situación para imponer sus condiciones. Situación que es muy normal cuando un
país, una tribu e incluso una sociedad, es sometido bajo cualquier
circunstancia.
Ello dio origen a una economía, por decirlo
de alguna forma, netamente extractiva. Encontraron la mesa servida y sin
dudarlo, lo aprovecharon.
Y eso no fue privativo de México, eso también
sucedió en todos los países “conquistados” en el continente. Sin embargo se dio
una excepción, cuando los colonizadores llegaron a la nación vecina del norte,
Estados Unidos, las tierras áridas, desérticas, despobladas en todos sentidos y
sin riqueza visible, los obligó prácticamente a empezar de cero.
Desde entonces surge la diferencia entre aquélla
nación y la nuestra. Y si a ello le sumamos la sumisión ante la Iglesia, ante
el empresariado, ante la clase política, pues el resultado es lo que en la
actualidad nos pasa.
Así es que por mi parte basta de echarle la
culpa a los gachupines de los males que acarreamos, finalmente lo que nos
condujo al hoyo fue finalmente una circunstancia que por ventajosa que pudiera
parecer, fue adversa para la nación.
Necesitamos de un verdadero milagro para que
el país cambie radicalmente. Ése milagro sería si una ola bendita desapareciera
de tajo a esa bola de ladrones inverecundos llamados políticos, empresarios y
miembros del clero. Pero Dios no endereza jorobados, así es que a seguir
aguantando.