viernes, 20 de septiembre de 2013

No fueron los españoles

Ventura Cota Borbón
Interesante plática la que sostuvimos la tarde de ayer Alán Aviña –un joven que pasó de ser una promesa en periodismo de investigación a una realidad-, y quien esto pergeña, acerca de los diversos acontecimientos, particularmente en lo económico y religioso que derivaron desde que México presuntamente fue conquistado por los españoles, hasta la era actual.

En lo personal siempre creí que la causa de nuestra idiosincrasia que nos formó como nación agachona, cobarde, sumisa, subyugada, dejada, etc, era debido a que el mal se hubo originado de raíz; es decir, desde que los “gachupines” llegaron a territorio americano –concretamente a tierras aztecas-, y crearon esa mentalidad. Sin embargo, Alán me explicó una teoría muy concreta y lógica de cuyo autor de momento olvido su nombre, que derrumba de tajo mis creencias en esos renglones.

Alán me explica que de acuerdo a la hipótesis que menciono líneas arriba, por la situación de ingente riqueza combinada con crasa ignorancias y dogmas ya establecidos en los mexicas, independientemente de quienes hayan venido como conquistadores –y eso incluye ingleses, franceses, alemanes, etc-, el resultado hubiera sido siempre el mismo: lo que antaño y hogaño somos como país.

Ellos –los “conquistadores”, por encontrar todo, en la extensa palabra como tal, simplemente aprovecharon el momento y situación para imponer sus condiciones. Situación que es muy normal cuando un país, una tribu e incluso una sociedad, es sometido bajo cualquier circunstancia.

Ello dio origen a una economía, por decirlo de alguna forma, netamente extractiva. Encontraron la mesa servida y sin dudarlo, lo aprovecharon.

Y eso no fue privativo de México, eso también sucedió en todos los países “conquistados” en el continente. Sin embargo se dio una excepción, cuando los colonizadores llegaron a la nación vecina del norte, Estados Unidos, las tierras áridas, desérticas, despobladas en todos sentidos y sin riqueza visible, los obligó prácticamente a empezar de cero.

Desde entonces surge la diferencia entre aquélla nación y la nuestra. Y si a ello le sumamos la sumisión ante la Iglesia, ante el empresariado, ante la clase política, pues el resultado es lo que en la actualidad nos pasa.

Así es que por mi parte basta de echarle la culpa a los gachupines de los males que acarreamos, finalmente lo que nos condujo al hoyo fue finalmente una circunstancia que por ventajosa que pudiera parecer, fue adversa para la nación.


Necesitamos de un verdadero milagro para que el país cambie radicalmente. Ése milagro sería si una ola bendita desapareciera de tajo a esa bola de ladrones inverecundos llamados políticos, empresarios y miembros del clero. Pero Dios no endereza jorobados, así es que a seguir aguantando.