martes, 24 de septiembre de 2013

La Jaimea

Ventura Cota Borbón
Yendo rumbo al Valle de Guaymas y Empalme, dos kilómetros antes de llegar al ejido Gral. Lázaro Cárdenas del Río se encuentra un poblado o ranchería llamada La Jaimea.

Me preguntaba la razón del nombre tan extraño y por casualidad, ayer, mientras releía el libro “Guaymas, allá por los novecientos”, escrito por el profesor Juan Ramírez Cisneros, el ex cronista hace mención a dicho nombre.

Dice Ramírez Cisneros -quien a la vez cita a la escritora doña Armida L. de Villavicencio-, que hace muchos años vivió en nuestras costas una tribu llamada Guaímas. La cabeza de dicha tribu era Tezal. Pues bien, la esposa de este rey –Tezal-, se llamaba Jaimea, hija ésta a la vez de un guerreo muy valiente de nombre Tastiota.

Del matrimonio Tezal-Jaimea nació Jupán, una hermosa princesa que fue llevada a lo alto del cerro Tetas de Cabra –Tákala-, con el objeto de que al exponerla al Sol, la nueva heredera se llenara de vida, sabiduría y fuera feliz eternamente.

Jupán cuando se hizo mujer se enamoró de Sonot, quien era un guerrero nacido en una tribu contraria a los Guaímas. Ambos vivieron –mientras pudieron-, un romance que duró hasta que ambas tribus rivales se percataron de la relación.

Un día, ya descubierta, la pareja fue perseguida y desde la cima del cerro Tetas de Cabra, mirando que no serían aceptados, se lanzaron y fueron devorados por las aguas del mar. Dice Juan Ramírez, que de la pareja jamás se supo nada más.

Asegura la leyenda que cuando la luna tiñe de plateado las aguas y la suave brisa peina las olas, Jaimea y Sonot, aparecen tan enamorados como siempre.

Cada lunes llevo a mi hija Melina al ejido Lázaro Cárdenas en cuya escuela es maestra y los viernes regreso por ella y cuando pase por La Jaimea, vendrá a mi mente la hermosa leyenda, que inmortalizó a esa idílica pareja: Jaimea y Sonot.