lunes, 22 de julio de 2013

No fue una noche cualquiera

Ventura Cota Borbón
El amante de lo ajeno estaba “encuclillado”  y muy concentrado haciendo su labor de violentar el medidor de agua, por esa razón quizás no se percató de que silenciosamente el propietario de la vivienda se acercaba con un bat de aluminio y listo para descargar con furia el golpe sobre la espalda del ladrón…

Lamentablemente, el inicio de este comentario sólo existió en la imaginación del suscrito, una vez que el ratero huyó a bordo de una bicicleta y que miré el daño de la tubería lanzando borbotones de agua a presión.

La impotencia deriva en frustración y bastante coraje. Por supuesto si hubiera tenido la oportunidad de estar cerca del raterillo y poder darle un “batazo” en la cabeza llena de mierda, no dudo que lo hago.

Para amanecer este lunes, más o menos las cuatro y media de la madrugada, me levanté a hacer una necesidad fisiológica –mear-, y cuando regresaba a la recámara escuché ruidos e inmediatamente un chorro de agua que en principio creí era lluvia.

Abrí la puerta y la rata aprovechó para correr montado en su liviano vehículo, no sin antes, dañar parcialmente la tubería y provocar el derroche de agua que les comento.

Salí, saqué herramienta y por fortuna pude arreglar el desperfecto.

Indubitablemente es que la delincuencia desde hace mucho tiempo rebasó a la autoridad, sumado el detalle que a veces cuentan con la connivencia o complicidad de la misma.

El ratita que dio un llegue a mi casa, hubo “trabajado” antes en dos y a esos vecinos sí les amoló su tubería, cuando menos a ellos si logró robarles.

A partir de esta noche podré a Plutarco a vigilar la parte frontal de mi hogar y a Benita en el patio. Si no es suficiente, tendré que hacer uso de una pistolita de “diablos” que dispara endemoniadamente y cuando menos una pata si le voy a quebrar a quien vuelva a “visitarme”.

Por mi parte que vayan a tiznar a su madre los ladrones incluidos los propietarios de esas chatarreras que compran lo robado. He dicho.