miércoles, 19 de junio de 2013

En la opinión de Tibo Sánchez

Otto Claussen...

Otto Claussen quiere ser diputado federal. Lo han sido ex alcaldes como Carlos Zatarain y Antonio Astiazarán. Antes Florentino López Tapia, líder pesquero que tiene el récord de asistencias a sesiones de Congreso.

De muchas formas, todos han tenido un sustento en sus pretensiones. Trabajo político destacado en sus siglas. Lealtad a sus grupos y los padrinos con poder. El radicado en Hermosillo creyó tenerlo el 2009, pero no lo fue tanto.

Venía en carretera de su casa en la capital hacia la Ciudad y Puerto a tomar protesta como candidato a la alcaldía, cuando le llamaron para que retornara y no atestiguara que José Eduardo Robinson Bours Castelo había bendecido al Cacho, Carlos Zaragoza Decima.

El entonces gobernador de plácido sueño después de la tragedia de la Guardería ABC, habría atendido, se dijo en los mentideros políticos, favor solicitado por su padre don Javier, y éste a su vez el solicitado por don Ernesto Zaragoza, padre del Cacho.

La historia es harto conocida: Otto Claussen fue candidato a la diputación local y lo hicieron ganar y el Cacho Zaragoza perdió ante César Lizárraga, impulsado por el PAN, en campañas separadas que hasta la fecha supuran por la herida.

Donde podría truncarse la candidatura de El Nazi, apodo endilgado por su nombre y apellido alemán, es en el gris desempeño que ha tenido para enderezar el barco llamado Guaymas. En campaña dijo ser Juan Camaney y se parece más a Juanito de Iztapalapa.

Con un padrino con bonos muy a la baja, y con su enemigo número uno --de Bours—apoderado del tablero político sonorense al mostrar su hierro los delegados federales recién nombrados, como lo es Manlio Fabio Beltrones, el panorama es sombrío.

Claussen Iberri ha irrespetado acuerdos; su notable ausentismo de Guaymas, amparado en viajes de gestiones, poco han favorecido nuestro desarrollo. Prometió obras faraónicas en número mayor a diez, y solo recuerda una: el Mercado de Mariscos.

Prometió empleo a madres solteras y corrió a varias del Ayuntamiento; quiso liquidar a cambio de aguinaldo y proporcional de vacaciones y le llovieron costosas demandas que perderá y hará un boquete más a las finanzas, según su cálculo, de quien lo suceda.

Importó funcionarios como arroz y otorgó puestos y sueldos ilegales, no contemplados en el organigrama y presupuesto 2013. Sus siete propuestas para director de Seguridad Pública no pasaron la prueba de confianza y mantiene a quienes, se dice, se la jugaron con su opositor, Manuel Aguilar.

El gasto en gasolinas no corresponde al parque vehicular. Ha balizado reiteradamente algunas calles y venidas con pintura que no corresponde, mediante empresa particular cuando el Ayuntamiento cuenta con ese departamento.

La seguridad está en su peor etapa, aunque se aferre en maquillarla; no hay patrullas y el vandalismo y las desgracias son la constante, al grado que de su propio automóvil le robaron en semana santa, en el DIF y algunas delegaciones de policía.

No paga proveedores y sus funcionarios foráneos imitan su actitud ausente; la mayoría vive en San Carlos con sus familias o mancebos. Con mucho, es la administración que menos obra pública ha realizado en su primer año.

Como otros gobernantes, tiene asesores plenipotenciarios con evidentes rasgos de locuacidad que lo divierten como emperador romano, pero que a otros ya colmaron su paciencia, escenas cada vez más frecuentes de, entre otros, la Lady de Palacio.

Los proveedores lo traen atravesado por pediche y mala paga. El que dijo saber cómo hacerle para sacarnos del hoyo, mintió. Algo tendrá que hacer el PRI para no desgastar más la imagen de mal gobierno. Los guaymenses castigan.


Babalú.