sábado, 17 de noviembre de 2012

Un suceso INESPERADO


Blanca Toledo Minutti
A lo largo de mi vida me han pasado cosas muy malas y otras muy buenas, todas ellas tan importantes que indudablemente marcaron y moldearon mi existencia para convertirme en lo que soy ahora.

Una de ellas es algo que aunque al principio fue algo malo, se convirtió de momento en algo hermoso e inigualable; sucedió hace casi doce años, exactamente un 28 de octubre del año 2000 en la casa de una sobrina que celebraba su cumpleaños.

Antes de partir el pastel se tenía la costumbre de romper la piñata y todos los niños pequeños, acompañados de sus mamás, formábamos un círculo en el patio alrededor de la piñata.

Yo estaba en medio de mi hija de 8 años y mi hijo menor de 5 años, estábamos cantando y contando los turnos para que le dieran la oportunidad a los demás hasta que pasaron todos y la piñata seguía intacta, entonces la mamá decidió que podrían pasar los que quisieran participar nuevamente y luego se optó porque los mayores, que ya eran adolescentes la rompieran.

El mayor de mis sobrinos comenzó a golpearla con fuerza pero a medida que le pegaba sólo lograba cansarse así que dejó de tomar el palo con ambas manos utilizando una sola, yo, que tenía un poquito de temor, rodee la carita de mi hijo y mientras seguíamos cantando giraba un poco cubriéndolo con mi cuerpo.

No sé cómo pasó, no me di cuenta, fue en uno de esos momentos en los que miré hacia otro lado mientras giraba de nuevo un dolor muy fuerte en el abdomen me hizo reaccionar; la gente me estaba mirando asustada, mi sobrino ya no tenía el palo en las manos y me miraba horrorizado, comprendí entonces que el palo se le había zafado de las manos y se había proyectado hacia nosotros en los instantes justos en los que había apartado a mi hijo con ese vaivén ¡El palo le habría golpeado el rostro!

Estaba adolorida, por supuesto, pero agradecida de que no se hubiera lastimado a mi hijo. Después de que me preguntaron si estaba bien entramos nuevamente a la casa y seguimos en la fiesta, pero después de unas horas me empecé a sentir mal y nos fuimos a la casa para que pudiera descansar.

Como no se me quitaba el dolor fuimos al hospital, tenía un moretón alargado en el estómago pero no parecía nada de cuidado, los doctores no se explicaban cómo era que me sentía tan mal así que me hicieron ir al laboratorio a que me sacaran sangre y al poquito rato me llamó una doctora para comunicarme sonriente:

-¡Felicidades está embarazada!

Así es, en ese momento y de esa forma me enteré que tendría un bebito; un niño, me explicó el doctor, que se había aferrado a la vida soportando el accidente por su gran deseo de vivir.

Ese niñito se llama Yair.