Por Faustino Cervantes L.
Álvaro Obregón Salido nació en la Hacienda de Siquisiva, Sonora en 1880 y murió en la Ciudad de México el l7 de Julio de 1928. Sus restos mortales duermen el sueño eterno en el panteón municipal de Huatabampo, Sonora, donde fue presidente Municipal en 1911 y de ahí se lanzó a la lucha por la Revolución.
Se casó en dos ocasiones, la primera en 1903, siendo muy joven con María del Refugio Urrea, quien a los pocos años falleciera. La segunda en 1916 con María Tapia Monteverde, ya siendo un general victorioso y cuyo enlace eclesiástico se celebró en la catedral de Hermosillo.
Muy cercanas a la cabecera Huatabampo se encuentran dos comunidades: Moroncarit y Etchoropo, según contaban los lugareños que en el primero nuestro personaje se desempeñó como maestro rural y en el segundo existe una escuela primaria denominada Profesor Álvaro Obregón Salido. Esto se remonta a los primeros años de 1900, y las vacaciones las aprovechaba para emigrar a trabajar como obrero en el ingenio azucarero de Navolato, Sinaloa, ahí hay una placa alusiva.
Cuando se tiene a la vista el panteón de Huatabampo, en él sobresalen mausoleos muy ostentosos tanto por su diseño arquitectónico como por su tamaño que los hace sobresalir de tumbas más discretas. Lógico es imaginar que uno de los más grandes correspondería a la tumba del general Obregón. No es así, muy a la entrada principal está su tumba eso sí en acabados muy finos, pero no es de los que sobresalen muy vistosos ya que estos corresponden a deudos de familias de abolengo de apellidos Almada, Otero Pablos, Velderrain, Ruiz, Ibarra, Macías entre otros.
El general Obregón tenía una intuición extraordinaria y una inteligencia nata. Cuentan que en cierta ocasión y ya siendo presidente de la república una persona de sus confianzas le dice: Señor Presidente, ¿es usted corto de vista? A lo que él inmediatamente contesta: “No, desde Huatabampo pude ver el Palacio Nacional”.
A manera de anecdotario, fui testigo presencial de lo sucedido en una ceremonia luctuosa que cada l7 de julio se celebran en su tumba. En cierta ocasión un periodista impertinente pregunta a don Francisco Obregón Tapia el por qué los restos de su señor padre no reposan en la Cd. de México en el Monumento a la Revolución como los de Madero, Carranza, Elías Calles o Cárdenas. A lo que él contestó bastante disgustado: “Jamás, jamás, jamás lo permitiremos: los restos de nuestro padre reposan aquí por su propia voluntad, manifestada en su testamento que textualmente dice: “Quiero que a mi muerte, sea el lugar y las circunstancias en que ocurra, mis restos mortales sean llevados a Huatabampo, Sonora y sepultado en el panteón municipal, junto a los de mi madre”. Hasta aquí esta cita.
El año pasado se celebró el primer centenario de la Revolución Mexicana, es ocasión muy propicia para que actuales y futuras generaciones conozcan la dimensión de hombres como el general Obregón, que supieron el sitio en que las circunstancias que vivía el país, necesitaba de hombres como él, que supo responder a los llamados de la Patria, esto sin menospreciar el papel que supieron defender los guaymenses don Adolfo de la Huerta Marcor y los generales Plutarco Elías Calles y Abelardo L Rodríguez, coterráneos y contemporáneos del hombre de Siquisiva, a quien la historia ya lo ha colocado en el lugar que le corresponde.