sábado, 16 de julio de 2011

Millones de enemigos

Por Rodolfo Peña Farber
El desenfreno de la publicidad, que ha desbordado todos los principios, las leyes y la razón, ha generado el enojo y la reprobación de millones de personas e instituciones.

Y es que partiendo de esa premisa, a la mujer hacen que la tachan con las más duras acusaciones, una de las cuales es la saña que tienen para explotar y denigrar a las mujeres, víctimas predilectas de la publicidad.

El padre Gregorio Iriarte y la pedagoga Martha Orsini Puente, especialista en técnicas de educación popular, dicen al respecto que el estereotipo de mujer que nos presentan los mensajes publicitarios no es algo casual y que hay contradicción entre el discurso oficial sobre la igualdad de la mujer en la sociedad y la pobre imagen que de ella se ofrece a través de la publicidad, que es una imagen insultante, irreal y hasta estereotipada.

Es la “mujer objeto”, usada como gancho publicitario.

Psicológicamente es una mujer débil, feliz de su sumisión y dependencia, siempre y cuando que esto le otorgue dinero, prestigio, vida cómoda y carece de capacidad crítica y de cualidades intelectuales.

En el fondo es el tipo de mujer que se adecúa al gusto de los hombres que manejan los hilos de la publicidad.

En grupo, se les presenta bajo la tónica del chismorreo o del conflicto y no aparece la mujer que rechaza que se le convierta en un mero maniquí de escaparate.

Y luego dicen los autores que ellas pueden y deben liberar su propia imagen de toda esa publicidad que les degrada y les prostituye y acusan –los autores-, las malas intenciones de los que manejan la publicidad y la pasividad de la gente que se deja arrastrar como hipnotizada por ese mundo de fantasía, envuelta en emociones y sensaciones sexuales que explotan los efectos subliminales de los mensajes.

No hay duda, el desenfreno debe ser castigado severamente. Qué se le puede hacer.