viernes, 1 de julio de 2011

Garabateando (Edición No. 219)

Los charlatanes
Por Miguel Ruiz Cruz
En el País Maravilloso, aquel en que la ineptitud y la deshonestidad de sus gobernantes y de los funciona-rios públicos, en vez de ser llevados a juicio para castigarlos, los premian con elevado salario; con jugoso aguinaldo, bono y gratificación; más los negocios que hacen en lo oscurito; con la seguridad de que tanto su deslealtad como su mezquindad serán protegidos por el fuero constitucional, también por la poderosa red de complicidad que les brinda impunidad.

En esa fabulosa y contrastante Nación, es evidente que así como existe la bárbara delincuencia organizada, existe también la sofisticada organización de los charlatanes.

La primera organización delincuencial es aquella que se ampara en la clandestinidad para cometer sus crímenes y fechorías, tales como los secuestros, el cultivo de las drogas naturales, la producción de las drogas sintéticas, así como la brutal comercialización; y que para los ajustes de cuenta cuentan con un ejército de desalmados sicarios dotados de modernas y poderosas armas, entre otras, la conocida como “cuerno de chivo”.

La segunda pérfida y saqueadora organización la conforman los grandes y los pequeños (paleros) partidos políticos que son los encargados de lanzar los candidatos a los cargos de elección popular; los charlatanes aspirantes para eliminar de la jugada a sus rivales, no cuentan con los pavorosos rifles de asalto AK-47 ni los fusiles AR-15, sino con su verbosidad engañosa y con sus escuadrones de locuaces sicarios prestos para disparar a diestra y siniestra los venenosos dardos verbales. Y el triunfador llega sometido por los certeros cañonazos financieros de los empresarios más prósperos, que son los meros mandones, en el Maravilloso País.

Así pues, en los costosos procesos electorales, la dirigencia de cada partido escoge: no a las personas con más capacidad política, es decir, aquellas con verdadera vocación de servicio, comprometidas en la búsqueda del bien común, sino a los más habilidosos para engañar a los electores, pensando que entre más cargos políticos conquisten mayor será la partida de dinero que ingrese al partido, para mantener a sus zánganos y, a la vez, disponer de más recursos para las siguientes contiendas electorales.

Por eso pues, en cuanto comienza la campaña electoral, empieza también el enorme derroche de dinero; se encomiendan a Maquiavelo y con ferocidad empuñan las carabinas de P-KK-P, para sin piedad disparar los dicterios, denuestos y oprobios. Las calumnias y los agravios, retumban por el ámbito nacional con la tolerancia de los complacientes pero bien remunerados consejeros electorales del carísimo Instituto Electoral Fastuoso (INELFA) responsable de organizar los procesos electorales y de vigilar que las contiendas se hagan con respeto, equidad, transparencia y legalidad, tal como lo establece la, también por ellos violada, Carta Magna. Y al final del turbio y costoso proceso electoral, el marrullero triunfador es festejado y justificado con la tramposería de la oprobiosa frase: “Haiga sido como haiga sido”. (El truchimán salió elegido. Le agrega el rimador).

Y en el colmo de la desfachatez, al momento de ser investido con toda solemnidad levanta la mano derecha y con el acento embarrado en la hipocresía protesta cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de que ella emanan y que si así no lo hiciere, que el pueblo se lo demande.

No obstante, de inmediato se trepa en el pedestal de la ignominia y desde ahí, iluminado por el luminoso dicho: “un político pobre es un pobre político”, hace lo que le da su cínica cuánto avariciosa gana, sin temor a ser castigado.

Y, además, los habilidosos sicarios electrónicos se encargan de torturar al pueblo con las ráfagas de los demagógicos spots. Ese es el rancio desempeño del tejido sanforizado de la organización de los charlatanes, en el contrastante País de las Mil Maravillas.

Y a pesar de las protestas: Juan Pueblo crucificado, entre los Dimas y Gestas que controlan el mercado.