Por Alex Ramírez-Arballo
Ya no tengo -quizás nunca las tuve- esperanzas de poder entender cómo es que opera esta sociedad en la que vivo injertado, los Estados Unidos de Norteamérica. Son muchas las diferencias que sentí desde el primer momento y es también éste, contrario a lo que muchos en Latinoamérica piensan, un mundo muy complejo, muy dúctil y cambiante. Recuerdo que en una ocasión alguien, un conferenciante mexicano de cuyo nombre no me acuerdo, concluyó su charla profetizando que no podríamos entendernos jamás, y ahora yo, años después de aquellas palabras, siento que no podría estar más de acuerdo.
Hay, sin embargo, un aspecto que me resulta esencial y curioso, y tiene que ver con la radical diferenciación que los norteamericanos tienen de la vida pública y privada, otorgándole a esta última un carácter de secrecía que raya, así me lo parece, en lo esquizofrénico. Claro está, esto lo afirma alguien que viene de un lugar, de una cultura en donde no existe ninguna barrera entre lo que ocurre en la alcoba y lo que aparece en las planas de los diarios.
Pero decía, en este mundo cotidiano en el que habito las casas no se construyen con esos muros invisibles como en nuestro continente mestizo; esto quiere decir que uno nunca sabe a quién tiene por vecino, ni a qué clase de prácticas son afectos quienes habitan nuestro barrio: no pocas veces he visto en la prensa el caso de un hombre ejemplar que es acusado y sentenciado por la comisión de los crímenes aberrantes. En cambio allá, entre nosotros, para nadie es un secreto qué clase de personas son aquellas entre las que vivimos, y aún más, qué clase de personas desempeñan el triste papel de nuestros gobernantes, pues ellos poco se preocupan por ocultar, junto con sus cómplices, sus ambiciones y sus pillerías. Así son las cosas y esto, hasta donde yo lo entiendo, no puede ser de otra manera.
P.S. Sin embargo y a pesar de todo lo antes dicho tengo que reconocer un aspecto de este divorcio entre lo público y lo privado que me parece es realmente beneficioso: las relaciones profesionales. Mientras en México y Latinoamérica los patrones se asumen como señores feudales y piensan, tácita o explícitamente, que el trabajador le debe todo a su jefe, acá, al menos hasta donde se extiende el horizonte de mi experiencia, los tratos laborales son mucho más nobles precisamente porque no hay en ellos ninguna pizca de escrúpulos personales. Los conflictos en la chamba son casi exclusivamente materia de billetes y/o de horario y poco pesan, esto me queda claro, nuestras muy personales telarañas emocionales.
Álex Ramírez-Arballo es doctor en literaturas hispánicas por la University of Arizona y actualmente trabaja como profesor en el departamento de Español, Italiano y Portugués de la Pennsylvania State University. Su correo electrónico es alexrama@orbired.com
P.S. Sin embargo y a pesar de todo lo antes dicho tengo que reconocer un aspecto de este divorcio entre lo público y lo privado que me parece es realmente beneficioso: las relaciones profesionales. Mientras en México y Latinoamérica los patrones se asumen como señores feudales y piensan, tácita o explícitamente, que el trabajador le debe todo a su jefe, acá, al menos hasta donde se extiende el horizonte de mi experiencia, los tratos laborales son mucho más nobles precisamente porque no hay en ellos ninguna pizca de escrúpulos personales. Los conflictos en la chamba son casi exclusivamente materia de billetes y/o de horario y poco pesan, esto me queda claro, nuestras muy personales telarañas emocionales.
Álex Ramírez-Arballo es doctor en literaturas hispánicas por la University of Arizona y actualmente trabaja como profesor en el departamento de Español, Italiano y Portugués de la Pennsylvania State University. Su correo electrónico es alexrama@orbired.com