
Ayer domingo, mientras mi familia y su servidor veíamos una película infantil titulada Ratatuoille, una de las escenas en las que aparece un crítico llamado Ego Antón donde al probar un platillo preparado por el "Chefsito" (una rata) retrocede en el tiempo hasta su niñez recordando a su madre, también sucedió lo mismo conmigo: la imagen de mi má se me retrató nítidamente precisamente cuando apenas -quien esto pergeña- llegaba a los 7 u 8 años y unas tímidas lágrimas poblaron mis órbitas oculares.
Aunque en la familia desde hace algunos ayeres no hay niños, nos gusta ver juntos películas de ese tipo (Era de Hielo, Blanca Nieves, Hulk, 4 Fantásticos, Etc) porque es una costumbre que quedó precisamente desde que mis hijos eran unos infantes. Nos acomodamos todos en la sala, ponemos alrededor de una mesita botanas y aguas frescas y comenzamos a hacer "panza"
Qué curioso que una escena te remonte al pasado. Sobre todo, una escena de ese tipo. Y es que la sensibilidad a cierta edad, se desborda.
De hecho, cada domingo una vez que terminamos de ver la película en turno, es un suplicio para mi esposa porque el hijo de enmedio tiene que irse a Hermosillo donde está estudiando y ella se queda triste y agüitada...Yo también.
Y después de ir a dejarlo a la estación, aparece mecánicamente la reflexión sobre que en una fecha muy cercana, será también nuestra hija menor quien vaya en búsqueda de su destino a la UNISON y nos quedaremos más solos aún.
Ni modo, así es la vida y quizá la escena que menciono líneas arriba, sólo sea un pretexto para despedir a nuestro vástago cada semana en su ida a la universidad. Aunque también debo decir que la madre jamás se aleja del olvido, pero a veces los muertos se convierten en recuerdos olvidados...
Con el favor de Dios, esperamos que esos domingos se repitan y cuando menos lo esperemos, tendremos en casa un par más de profesionistas, lo cual querrá decir que parte de nuestra obligación (que la hacemos con gusto) habrá concluido y con ella un ciclo de vida.
Buenos y ratatouiles días...