Amnesia en las cloacas
Por Fernando Villa E.
Uno de los grandes problemas en esta especie de municipio llamado Guaymas es que sus habitantes adolecen de amnesia.
Y otra de las grandes broncas, más todavía, son las cloacas que hoy vomitan mares que de aguas puercas bañan la ciudad.
Es lo de hace mucho, pareciera una maldición. Pero no lo es.
Nada deriva de un destino fatal sino de la indolencia abrevada en la desmemoria.
Recuérdese el aciago verano del 2002 cuando las calles se inundaron de aguas excrementosas.
Corría la administración de Bernardino Cruz Rivas, emanada del Partido Acción Nacional.
Azuzada por los medios parte de la opinión pública responsabilizaba al alcalde del flagelo de la peste.
Pero los medios, los partidos políticos, empresarios y líderes de opinión sabían quién era el responsable.
Entonces el organismo administrador era la Comisión Estatal de Agua Potable y Alcantarillado.
Sí, “La maldita Coapaes” como bien dio en bautizarla El Profe Ramírez.
Y entonces como ahora el organismo regulador era administrado por el Gobierno del Estado.
Pero los medios, en su mayoría cómplices, evitaron responsabilizar al gobernador Armando López Nogales.
Porque el Gobernador era legal y políticamente el Presidente del Consejo de Administración de Coapaes.
Se aplicaron cientos, cientos sí, millones de pesos en la reparación del sistema de alcantarillado.
Recordar cómo llegaron los recursos ahora no viene a cuento, el asunto es que se destinaron a Guaymas.
Se abrieron las calles, se destaparon las entrañas de la ciudad para remozar su triperío.
Tubos y más tubos se colocaron, bombas, equipamiento, mucha faramalla con aplicación de cuantiosos recursos.
“La bahía está saneada, no más aguas negras al mar. El drenaje está listo, todo rechina de limpio”, clamaban las voces oficiosas.
A manera de festejo, el entonces alcalde Carlos Zataráin González se bañó en la bahía aún pletórica de excrecencias.
Eso igual fue celebrado por los medios que con cámaras, micrófono y libretas en mano admiraron la audacia del munícipe.
En afán de compartir la fama el alcalde empalmense Sauceda Morales también se lanzó a los albañales.
Qué decir del funcionario aquel que por no saber nadar casi se ahoga para ser sacado a cuestas con un cerote entre dientes.
Fue un espectáculo patético, denigrante.
Déjense de lado los actos circenses con sus animales, prestidigitadores y payasos.
Durante la aplicación millonaria para la reparación del drenaje pasaron muchas cosas.
Atolondrados y con justo enojo por los pestilentes ríos que atosigaban el buen vivir, los guaymenses dejaron de lado muchas cosas.
Por ejemplo, que la Ley en materia de agua y drenaje permite realizar obras sin li-citación en situaciones emergentes.
Eso sucedió entonces, con el director de Coapaes César Lagarga Lagarda manoseando a su antojo aquel dineral.
La gente desoyó las voces que alertaban sobre la necesidad de una Contraloría Ciudadana, de auditar técnicamente las obras.
Hubo evidencias de que se colocaron tubos rotos en algunas áreas o ductos de reducido diámetro en otras.
Nunca se sabrá cuánto de aquellos mi-llones se aplicaron como es debido. Todo “emergente”, con prisas, al margen de la ley.
De todo aquello y de todo esto, porque el problema persiste, hay versiones no menos siniestras pero igual de creíbles.
Se dice y con explicaciones bastante sencillas, que los derrames suelen ser inducidos con fines de sucio peculio.
Se dice y se argumenta que los equipos son apagados para que las aguas puercas afloren a la superficie.
Se dice y se afirma que todo deviene de una corrupta estrategia más putrefacta y espesa que la boñiga humana.
Que de las alcantarillas surge una mierda que sí se ve; que la otra, la más asquerosa, queda en los bolsillos de funcionarios.Porque cuando hay situaciones de “emergencia” las obras no se licitan, en sucia secrecía de unos cuantos.
Hoy en día vuelven a apestar las calles.
Corren y se estancan las nauseabundas aguas en las calles de la ciudad.
Pareciera que los guaymenses soportan todo con increíble estoicisimo.
Los guaymenses permiten que sus hijos pisen, respiren, se salpiquen de esas aguas en su camino a la escuela.
Mientras la indignación apenas se asoma en uno que otro medio, la Comisión Estatal del Agua se pone en “alerta”.
“Estamos trabajando, se consiguieron 5 millones 600 mil pesos y raudos daremos solución”, son las cantilenas de la CEA hechas boletín.
Pero son trabajos hechos sobre trabajos hechos, varias veces hemos visto en años obras sobre esas obras.
Y la CEA Guaymas, insolente hasta el cinismo, atribuye los desarreglos a las recientes lluvias que apenas fueron chipichipis.
Hasta ahora se desconoce si la CEA está realizando las obras por cuenta propia o si contrató a terceros. Se desconoce el monto específico de cada proyecto, con pesos y centavos.
Se desconoce la razón social de las constructoras, quiénes las manejan, sus ante-cedentes. Retomando el resquemor tan propio de los escépticos hay motivos para dudar.
Para pensar que los actuales “derrames” de drenaje pudieron tener algo de adrede. Ya el líder sindical José Inés Rodela Cháirez cuestionó al administrador de la CEA Guaymas.
Para algunos guaymenses el actual administrador es de andares truculentos. Y piensan que al llegar Marco Antonio Ahumada Gutiérrez fue un castigo para Guaymas, una gran equivocación.
Que el director general Enrique Martínez Preciado cometió un gran error que ya están pagando los guaymenses.
Que fue una muy torpe decisión política, que Martínez se puede arrepentir.
Los primeros visos ya se advierten con tanta porquería inundando a la ciudad.
Así lo dice la sinfonía de excrementos en celebración del FAOT frente al Auditorio Municipal.
Así lo rezan las porquerías frente a la maltratada feligresía de la iglesia San Fernando.
Así lo aprenden las perfumadas colegialas del Ilustración que a fuerza de Avés Marías tratan de evadir los hedores.
Así lo maldicen los guaymenses por todas partes, porque ya no soportan.
Pero la indignación popular no hace mella. Marco Antonio Ahumada está ocupado, muy ocupado en obras sin licitar. Dinero hay. Y mucho.
Salud a todos. Como siempre.
fdovilles@hotmail.com
Y otra de las grandes broncas, más todavía, son las cloacas que hoy vomitan mares que de aguas puercas bañan la ciudad.
Es lo de hace mucho, pareciera una maldición. Pero no lo es.
Nada deriva de un destino fatal sino de la indolencia abrevada en la desmemoria.
Recuérdese el aciago verano del 2002 cuando las calles se inundaron de aguas excrementosas.
Corría la administración de Bernardino Cruz Rivas, emanada del Partido Acción Nacional.
Azuzada por los medios parte de la opinión pública responsabilizaba al alcalde del flagelo de la peste.
Pero los medios, los partidos políticos, empresarios y líderes de opinión sabían quién era el responsable.
Entonces el organismo administrador era la Comisión Estatal de Agua Potable y Alcantarillado.
Sí, “La maldita Coapaes” como bien dio en bautizarla El Profe Ramírez.
Y entonces como ahora el organismo regulador era administrado por el Gobierno del Estado.
Pero los medios, en su mayoría cómplices, evitaron responsabilizar al gobernador Armando López Nogales.
Porque el Gobernador era legal y políticamente el Presidente del Consejo de Administración de Coapaes.
Se aplicaron cientos, cientos sí, millones de pesos en la reparación del sistema de alcantarillado.
Recordar cómo llegaron los recursos ahora no viene a cuento, el asunto es que se destinaron a Guaymas.
Se abrieron las calles, se destaparon las entrañas de la ciudad para remozar su triperío.
Tubos y más tubos se colocaron, bombas, equipamiento, mucha faramalla con aplicación de cuantiosos recursos.
“La bahía está saneada, no más aguas negras al mar. El drenaje está listo, todo rechina de limpio”, clamaban las voces oficiosas.
A manera de festejo, el entonces alcalde Carlos Zataráin González se bañó en la bahía aún pletórica de excrecencias.
Eso igual fue celebrado por los medios que con cámaras, micrófono y libretas en mano admiraron la audacia del munícipe.
En afán de compartir la fama el alcalde empalmense Sauceda Morales también se lanzó a los albañales.
Qué decir del funcionario aquel que por no saber nadar casi se ahoga para ser sacado a cuestas con un cerote entre dientes.
Fue un espectáculo patético, denigrante.
Déjense de lado los actos circenses con sus animales, prestidigitadores y payasos.
Durante la aplicación millonaria para la reparación del drenaje pasaron muchas cosas.
Atolondrados y con justo enojo por los pestilentes ríos que atosigaban el buen vivir, los guaymenses dejaron de lado muchas cosas.
Por ejemplo, que la Ley en materia de agua y drenaje permite realizar obras sin li-citación en situaciones emergentes.
Eso sucedió entonces, con el director de Coapaes César Lagarga Lagarda manoseando a su antojo aquel dineral.
La gente desoyó las voces que alertaban sobre la necesidad de una Contraloría Ciudadana, de auditar técnicamente las obras.
Hubo evidencias de que se colocaron tubos rotos en algunas áreas o ductos de reducido diámetro en otras.
Nunca se sabrá cuánto de aquellos mi-llones se aplicaron como es debido. Todo “emergente”, con prisas, al margen de la ley.
De todo aquello y de todo esto, porque el problema persiste, hay versiones no menos siniestras pero igual de creíbles.
Se dice y con explicaciones bastante sencillas, que los derrames suelen ser inducidos con fines de sucio peculio.
Se dice y se argumenta que los equipos son apagados para que las aguas puercas afloren a la superficie.
Se dice y se afirma que todo deviene de una corrupta estrategia más putrefacta y espesa que la boñiga humana.
Que de las alcantarillas surge una mierda que sí se ve; que la otra, la más asquerosa, queda en los bolsillos de funcionarios.Porque cuando hay situaciones de “emergencia” las obras no se licitan, en sucia secrecía de unos cuantos.
Hoy en día vuelven a apestar las calles.
Corren y se estancan las nauseabundas aguas en las calles de la ciudad.
Pareciera que los guaymenses soportan todo con increíble estoicisimo.
Los guaymenses permiten que sus hijos pisen, respiren, se salpiquen de esas aguas en su camino a la escuela.
Mientras la indignación apenas se asoma en uno que otro medio, la Comisión Estatal del Agua se pone en “alerta”.
“Estamos trabajando, se consiguieron 5 millones 600 mil pesos y raudos daremos solución”, son las cantilenas de la CEA hechas boletín.
Pero son trabajos hechos sobre trabajos hechos, varias veces hemos visto en años obras sobre esas obras.
Y la CEA Guaymas, insolente hasta el cinismo, atribuye los desarreglos a las recientes lluvias que apenas fueron chipichipis.
Hasta ahora se desconoce si la CEA está realizando las obras por cuenta propia o si contrató a terceros. Se desconoce el monto específico de cada proyecto, con pesos y centavos.
Se desconoce la razón social de las constructoras, quiénes las manejan, sus ante-cedentes. Retomando el resquemor tan propio de los escépticos hay motivos para dudar.
Para pensar que los actuales “derrames” de drenaje pudieron tener algo de adrede. Ya el líder sindical José Inés Rodela Cháirez cuestionó al administrador de la CEA Guaymas.
Para algunos guaymenses el actual administrador es de andares truculentos. Y piensan que al llegar Marco Antonio Ahumada Gutiérrez fue un castigo para Guaymas, una gran equivocación.
Que el director general Enrique Martínez Preciado cometió un gran error que ya están pagando los guaymenses.
Que fue una muy torpe decisión política, que Martínez se puede arrepentir.
Los primeros visos ya se advierten con tanta porquería inundando a la ciudad.
Así lo dice la sinfonía de excrementos en celebración del FAOT frente al Auditorio Municipal.
Así lo rezan las porquerías frente a la maltratada feligresía de la iglesia San Fernando.
Así lo aprenden las perfumadas colegialas del Ilustración que a fuerza de Avés Marías tratan de evadir los hedores.
Así lo maldicen los guaymenses por todas partes, porque ya no soportan.
Pero la indignación popular no hace mella. Marco Antonio Ahumada está ocupado, muy ocupado en obras sin licitar. Dinero hay. Y mucho.
Salud a todos. Como siempre.
fdovilles@hotmail.com