Columna Motu
Proprio de Ventura Cota y Borbón III
El reciente desvanecimiento de la
candidata Hillary Diane Rodham Clinton,
durante el aniversario número 15 del atentado a las Torres Gemelas en Nueva
York -postulada por el partido Demócrata allá en la Unión americana-, a su
contrincante Donald John Trump, le
cayó como anillo al dedo para sus aviesas intenciones; ya que la muestra de
debilidad de la señora, de acuerdo a encuestas de especialistas, lo
apuntala en la elección del próximo mes de noviembre.
Y para mala fortuna de la
aspirante presidencial exsecretaria de Estado, no es la primera vez que enseña
las cartas en ese sentido. En diversos eventos a la señora de Clinton se le ha
visto titubeante evidenciando su precaria salud y mandando una mala señal a sus
posibles electores, lo que la hace vulnerable ante su misógino rival.
Los gringos son muy delicados en
esos y muchos aspectos más, y aunque todavía el mes próximo pasado Clinton le
llevaba una ventaja aceptable a Trump, ésta se ha esfumado y al paso que va, no
sería una idea descabellada que el del copete güero obtuviera el triunfo en las
lizas electorales de allende la frontera. Lo que significa una pésima noticia
para los mexicanos y otros ciudadanos del mundo.
Hay surgido circunstancias
favorables para que el republicano remonte en la desventaja. La pifia cometida
por nuestro mandatario en días pasados al invitarlo a México, y lo peor, darle
tratamiento de jefe de Estado, sin aún ser nadie –políticamente hablando-, le
dio gasolina al copetudo norteamericano (del de aquí, abajo hablamos); y, lo
que le está pasando a Hillary Clinton, es la piedra que echó a perder el caldo.
Aunque la salud de cualquier
persona es un asunto de índole muy particular, en el caso de quienes aspiran a un puesto público y sobre todo de la envergadura
del que pretende la candidata demócrata, allí deja de serlo para convertirse en
asunto de interés para sus posibles gobernados. No cabe dentro de las
posibilidades que alguien de quien se sospecha no goza de cabal salud –en todos
los aspectos-, pretenda hacerse cargo de la administración y destino de un
país, sobre todo uno tan grande e importante como es el de la nación vecina.
Sólo esperemos que en la elección
presidencial de los Estados Unidos de Norteamérica que se efectuará el próximo
martes 8 de noviembre no gane el racista millonario Trump; deseamos que la
salud de la señora Clinton mejore y los sufragistas gringos y demás elijan a la
damita en cuestión, aunque ella tampoco es una perita en dulce, pero de los
males, el menor. (Por cierto y aunque su nombre no figure para nada en la
contienda estadounidense, hay un tercer contrincante de origen mexicano que
también busca ser presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, se llama
Roque De la Fuente Guerra, desde luego, no hay siquiera mínima posibilidad de
que obtenga alguna cantidad de votos importantes).
Y como colofón a este mamotreto,
en cuestiones de gobernabilidad de cualquier país, la salud de un jefe de
Estado es asunto de seguridad nacional…En cualquier país demócrata desde luego,
en el nuestro no. Recordemos que del señor Enrique
Peña Nieto se sospecha que padece una enfermedad muy delicada. Espero que
no se refieran a algo relacionado con el cerebro. Ya con el señor Felipe
Calderón se presentó situación similar. Acerca de Calderón, hasta la saciedad
se habló de su presumible alcoholismo; y de Vicente Fox, su esquizofrenia es visible a
larga distancia. Pero insisto, en México todo se vale, finalmente, quienes
pagamos la cuota de sus yerros, somos el pueblo.
He dicho.