Por Jesús Susarrey
Por convicción o por pragmatismo pero la intención de la
gobernadoraClaudia Pavlovich de construir una alianza con la ciudadanía
fue evidente. Su programa simplemente recoge el sentir y la agenda
ciudadana.
El mensaje es claro y directo, los servidores públicos
deben asumir su responsabilidad jurídica y política, “los de ayer y los de hoy”
dijo la Gobernadora. La interrogante es si la desacreditada sociedad política y
algunos miembros de las elites económicas y sociales estarán a la altura de la
ética y de los valores morales que esbozó. Si lo entendieron o lo interpretaron
como la tradicional retórica de inicio de sexenio.
El entusiasmo ciudadano que generó debería preocupar a
todos. De no cumplirse la inconformidad que producirá será enorme. La
legitimidad de los poderes y la gobernabilidad está hoy en riesgo justamente
por los abusos del poder, la impericia y las injusticias que se
comprometió combatir.
Poder sujeto a
leyes y moderado por principios éticos, no fórmulas mágicas
No hubo distractores, el modelo de desarrollo tiene que
ser replanteado pero lo esencial e impostergable, es modificar la manera en que
se procesan los asuntos públicos. No expuso fórmulas mágicas ni proyectos
espectaculares simplemente un poder sujeto a leyes, que rinda cuentas y el
poderoso ingrediente de ejercerlo con ética y apego a valores morales.
Se dice fácil pero es justamente lo que la sociedad
política en Sonora no ha podido acreditar porque no pocos de sus miembros son
más afectos al privilegio, a la cuota de poder y al interés personal. De
poco han servido los dispositivos para la rendición de cuentas, la
transparencia, la división de poderes y los contrapesos; las oposiciones, las
alternancias partidistas, el pluralismo y la libertad de expresión. “Hay
quienes lo toleraron” diría acertadamente la Gobernadora.
No parece ignorar que la transformación no se dará solo
con voluntad política. Los obstáculos son enormes: el clientelismo con su
reparto de privilegios y prebendas sigue vigente; la partidocracia sigue
frenando la consolidación del sistema de representación política; los
poderes fácticos continúan controlando a algunos gobiernos establecidos.
La lista de disfunciones es larga.
Las presidencias panistas y el anterior gobierno estatal,
fueron complacientes con el Estado clientelar y en lugar de iniciar una agenda
gradual de cambios le dieron una nueva fachada. Hoy el gobierno del presidente Peña
Nieto sufre los embates de un orden político e institucional con
estructuras corroídas que se resiste a modernizarse.
Al acecho de los privilegios y reparto de prebendas
Personajes y grupos del sector público y de la sociedad
civil sonorense están ya al acecho para el reparto de privilegios y cuotas de
poder, desean mantener el orden y la dinámica de hoy. La precariedad de las
finanzas públicas; los rezagos y la dependencia de un disminuido presupuesto
federal le imprimirán mayor dramatismo.
De poco ayuda la adulación que por candidez o por interés
de prebendas le confiere cualidades y alcances desmesurados. Es ingenuo suponer
que desplegando su programa se acabarán todos los problemas. Cierto que una
férrea convicción moral y el respaldo ciudadano robustecen el posicionamiento
de la la Gobernadora; sus méritos son reconocidos y no parece necesitar
promoverlos, pero son también insuficientes para garantizar honestidad y eficacia.
No se sugiere que su proyecto sea inviable, un poder
moderado por principios éticos y sujeto a leyes no sólo es posible, es
obligatorio y deseable. Tiene la representatividad social y la capacidad
de negociación, pero deberá delimitar sus propósitos y evitar que el inventado
cuento de un gobernante con poderes y recursos ilimitados eleve las
expectativas más allá de lo posible y que el esfuerzo se disperse.
Relacionar adecuadamente ética y política no sería un
logro menor. El gabinete y las estructuras de gobierno deberán responder. La
carencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad, los vicios que Max
Weber recomendaba evitar, pueden servir de referentes. Pero no es sólo la
técnica y la experiencia política, se trata de la convicción de que no se debe
prescindir de las consideraciones morales en el ejercicio del mando público, ni
en los relacionamientos de la sociedad civil con la esfera pública. El poder
político es algo serio, conduce el destino de los pueblos.
Al invitar a escribir juntos la historia, nos recuerda al
llamado presidente de la transición española Adolfo Suarez y los atributos de
su liderazgo. El politólogo Juan J Linz los describe con elocuencia:
habilidad para detectar problemas medulares y soluciones concretas; sentido del
tiempo para estar un paso adelante de las presiones; capacidad de diálogo y
para cultivar lazos de confianza; para comunicar el proyecto y lograr el
respaldo social; un inmenso sentido de la responsabilidad y de la tarea
histórica, y; una apreciación profunda de la dignidad de su cargo, dice el
politólogo.
La alianza de la Gobernadora con la ciudadanía parece ser
un buen inicio y probable antídoto contra la antiética política, la inmoralidad
y la doble moral.