Fredy Martín Pérez / El Universal
Candelaria, Ocosingo.- En la biosfera de Montes Azules
llovió en la madrugada y al amanecer, los niños y mujeres tzeltales caminan de
un lado a otro, con sus pies desnudos entre las charcas y el lodo. Aquí no
llegan médicos ni medicinas: a los enfermos hay que sacarlos a cuestas en una
jornada de 12 horas hacia el poblado más cercano, para luego recorrer en auto
seis horas más hacia la cabecera municipal de Ocosingo.
Hasta hace tres meses los tzeltales acortaron el tiempo
de camino hacia San Quintín, ya que a principios de 2014 debían caminar dos
días y dormir en la selva para hallar ayuda médica para los enfermos; algunos
de ellos que fallecieron, como la tía de Antonio Álvarez Cruz, que al
llegar al hospital más próximo era demasiado tarde.
En abril del 2000, El Universal llegó vía aérea
por primera vez a esta comunidad, donde los representantes aseguran que desde
hace 15 años han solicitado médicos, equipo y medicinas, pero las autoridades
parecen no oírlos. A principios de 2013 un médico trabajó unos meses y desde
hace un año no lo han vuelto a ver.
Los promotores de salud son los encargados de atender a
una población de 700 habitantes, la mayoría niños, que en la temporada de calor
o lluvias, enferman de diarrea, presentan afectaciones respiratorias y de la
piel, pero no se puede hacer mucho, porque la medicina recibida de la
Jurisdicción Sanitaria ha caducado.
Rosa Hernández Cruz y Micaela Morales Pale,
mujeres con cinco hijos cada una, hablan en tzeltal para quejarse de que a
Candelaria no llegan medicinas ni campañas de vacunación para los niños y dicen
no haber recibido nunca una despensa de alimentos.
Hernández Cruz detalla: “Todo lo que firmaron aquí ha
sido una mentira. De todo lo que prometieron sólo han cumplido con tres cosas”.
El promotor y auxiliar de salud, Silverio Cruz Ruiz y Bernardino
Álvarez, muestran los anaqueles sin un frasco de alcohol. La falta de material
de curación y medicinas dificulta la atención a enfermos de paludismo y
tifoidea, dicen Silverio y Bernardino.
Los lotes de medicina que han llegado constan sólo de 10
unidades, insuficientes para atender a decenas de niños que con frecuencia
presentan calenturas, males respiratorios y diarreicos. Además, muchos fármacos
están caducos o próximos a serlo.
Los tzeltales deben recurrir a las plantas para aliviar
algunos males, porque “aquí no hay médicos ni medicinas”, dice Cruz Albores.
Conmovido por las súplicas de los tzeltales, el 18 de
junio de 2013 llegó a esta comunidad el jefe de la Jurisdicción Sanitaria, Kristián
Gabriel Utrera Fernández, para suscribir un documento de 17 puntos, que
consiste en el traslado vía aérea “para todo tipo de urgencias”, abasto
bimestral de medicamentos, equipo dental y capacitación en odontología.
Además, incluía una planta generadora de luz, una caseta
telefónica, un centro de salud, capacitación de auxiliares de salud y
reafiliación para el Seguro Popular, entre otras cosas.
El acuerdo pretendía apoyar también a los 200 habitantes
de la comunidad vecina de San Gregorio, pero dos años después, la jurisdicción
sanitaria, sólo mandó un baumanómetro y un estestoscopio, el aparato doppler y
ejecutó la afiliación y reafiliación del Seguro Popular.
Para reafirmar el olvido en que viven los 700 tzeltales,
el suplente del comisariado ejidal, Manuel Pérez López, dice que a la
comunidad nunca ha llegado una campaña de vacunación ni el apoyo de la Cruzada
contra el Hambre, desde enero de 2013, pero eso sí, el 19 de junio llegó una
avioneta con boletas electorales para que los tzeltales votaran, presuntamente
por el PVEM.
Manuel sabe que en México hay dos millones más de pobres,
pero lamenta que ellos como indígenas permanezcan “tan olvidados”, ya que
cuando “vamos al pueblo a comprar” también pagan el IVA y ese impuesto sirve
para llevar salud, educación, combatir la pobreza “para todos los mexicanos”,
por lo que no sabe “¿por qué a nosotros nada nos dan?”
Desde antes de 2012, la empresa Servicios Aéreos San
Cristóbal, con tres avionetas Cessna y cuatro pilotos, ha sido la “puerta de
salvación” para miles de indígenas de Montes Azules.
Mujeres con problemas de partos prematuros, hombres con
mordeduras de víboras venenosas y con heridas graves por el uso de machete, son
los principales pacientes que salen vía aérea hacia el hospital de Comitán.
Ese año la empresa suscribió un acuerdo con la Secretaría
de Salud: se comprometía poner a disposición tres aeronaves para trasladar a
enfermos; han pasado tres años y la dependencia no cubre los gastos.
La deuda supera un millón 800 mil pesos y la empresa ha
resentido la falta de recursos para cubrir los salarios de los 11 trabajadores.
Pese a ello, ante cualquier llamado, los pilotos no pierden un minuto para
trasladarse a la selva, en un vuelo de casi una hora a la comunidad más
apartada, para salvar la vida de los enfermos.