martes, 13 de mayo de 2014

Los últimos guardianes del peyote

Adriana Amezcua/ Reporte Índigo
No es una función de cine común. Antes de iniciar la película, tres huicholes hacen una breve ceremonia en la pequeña sala del Cine Tonalá.

Alzan las manos y giran hacia los cuatros puntos cardinales y el centro.

El olor a copal cubre el ambiente y se escucha por momentos el sutil chirrido de un violín.

Está casi oscuro, pero resaltan los trajes blancos de manta de los indígenas y la colorida indumentaria que portan encima.

Los asistentes escuchan la petición del marakame (chamán) que guía el ritual. Acompañan sus peticiones al cielo, a las montañas y las estrellas, y sus agradecimientos a Tatevari, el abuelo fuego, a Ometeotl y a Pachamama, entre otras deidades.

“Gracias Tata Sol, gracias Universo”, dice el marakame al concluir su rezo. Se trata de el “Katira” José Luis, uno de los integrantes de la familiaRamírez que protagoniza 

“Huicholes: los últimos guardianes del peyote”, el documental que se estrenará a nivel nacional el 17 de mayo y que comenzará a proyectarse a nivel internacional.

A Hernán Vilchez le fue encomendada la tarea de dirigir este largometraje de forma independiente. Narra la historia del pueblo Wixárika (huichol) y la batalla que libran con corporaciones transnacionales mineras canadienses y sus filiales mexicanas.

“Queremos que usted haga un documental sobre nuestra lucha para salvar Wirikuta, fuente de nuestra existencia como cultura”, pidieron los habitantes de San Andrés Cohamita, Jalisco, al director argentino.

En 2010 el gobierno de Felipe Calderón otorgó concesiones a varias compañías mineras de capitales canadienses para explorar y explotar Wirikuta, reserva de 140 mil hectáreas de desierto y sierra de San Luis Potosí.

Vilchez, junto con la otra productora del documental, Paola Stefani, se plantearon el reto de presentar en el largometraje las distintas versiones sobre el conflicto que entraña Wirikuta que sirva como un referente para que la sociedad tome consciencia de lo que ahí está en juego.

“Para que todas las partes dialoguen y lleguen a un acuerdo que no ponga en peligro la riqueza natural y cultura del Wirikuta”, asegura.

En 1988 esta zona fue declarada parte de la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales de la Unesco.

Alfonso Valiente, doctor del Instituto de Ecología de la UNAM y una de las decenas de voces que aparece en el filme, destaca que Wirikuta es el ecosistema semidesértico con la mayor biodiversidad  en el planeta.

Por su parte, Pedro Roquero, ingeniero químico de la misma casa de estudios, alerta que la minería industrial con la escala y las técnicas actuales destruirían el jardín de Wirikuta.

El área es rica en oro, plata y otros minerales, pero los wixárikas no los ven como objetos preciados por su valor comercial sino porque sirven para mantener el equilibrio energético de la vida de la región y del planeta.

Las condiciones en las que viven los pobladores de Wirikuta, tanto de la Sierra como del Bajío, son de alta marginación y pobreza.

Los huicholes piensan que por no llevar “el pago”, la ofrenda a Hikuri, los han castigado sin lluvia.

“Ora sÍ nos duele”, se escucha decir a uno de ellos en el filme, “porque no tenemos maíz”.

Otros pobladores cuentan cómo las autoridades los han dejado abandonados a su suerte.

Algunos piensan que la llegada de las mineras podría darles fuentes de ingreso para sus familias. Otros piensan los ingresos serían, como siempre, pasajeros.

Es el caso de un minero que cuenta que ingresó a trabajar a la Mina de la Luz en 1971 y que para 1989 ganaba cien pesos al mes. La mayor aspiración que tiene la mayoría, dice otra oriunda de Real de Catorce, hija de un minero, es obtener 900 pesos mensuales.

“La nueva minería no requiere de tanta gente”, opina por su parte Claudio Garibay.

El documental revela que en 22 años, las mineras han obtenido ganancias que ronda los 90 mil millones de dólares de los cuales en la zona se han quedo apenas unos 100 mil dólares.