miércoles, 4 de septiembre de 2013

Cantinfleando la democracia

Alán Aviña Valenzuela
México hoy celebra elecciones relativamente libres. Es posible asistir a una urna el día de la elección y patentar nuestra voluntad política eligiendo a un candidato.

Sin embargo, ¿esa manifestación es el fin de la democracia?

Curiosamente, democracia es uno de los términos “comodines” de los políticos.

Se usa para todo y en todas las circunstancias. Hay manifestaciones de inconformidad, y los gobernantes aluden a la democracia para decir que respetan a los que disienten, pero no los escuchan.

Es un concepto vacío, que sólo nos indica que hoy podemos acceder a una casilla el día de la votación, sin que ello presuponga un peligro.

Pablo González Casanova, padre de la sociología mexicana, fue uno de los pioneros en analizar la democracia nacional.

En su libro “La democracia en México” publicado en 1965, el autor llegó a la conclusión de que había una democracia en el país, pero sólo en sus aspectos formales, es decir, había elecciones periódicas, había una distinción entre los poderes del Estado, había una renovación constitucional de sus poderes públicos.

Sin embargo, en sus aspectos sustantivos, la calidad democrática era insuficiente. En la práctica, había un partido hegemónico que limitaba la justa participación de otras propuestas políticas, un clientelismo que cooptaba las organizaciones ajenas al Estado y una represión brutal hacia los opositores al proyecto político del partido-gobierno.

El régimen Priista, bien llamado “dictadura perfecta”, provocó la interrogación de los principales académicos.

Pues mientras América Latina, necesitaba dictadores para mantener el orden político, en México, el método democrático sirvió para lo mismo: concentración del poder. El híbrido mexicano, cuál Ajolote, era la manifestación explícita de lo pintoresco de nuestro país.

Para el 2000 México siguió la ola democratizadora del mundo. Fue una tendencia generalizada, pues en el 2000, apunta Freedom House en el informe “Democracy’s Century: A Survey of Global Political Change in the 20th Century”, en el mundo había países más democráticos que no democráticos.

Esta realidad, formaba parte de lo que Samuel Huntington llamó en su libro la “tercera ola” democratizadora en el mundo, ejemplificada por la flexibilización a la democracia de antiguos regímenes autoritarios en las naciones de Europa Meridional y Oriental, a varias de la ex-Unión Soviética y de África y Asia, y a virtualmente todas las de América Latina.

Esto lo dijo el académico en su libro “La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX”.

En esos mismos años, Vicente Fox, candidato de oposición tomó el poder.

La noticia provocó el furor democrático, que no obstante, fue apagándose como cuando una vela se queda al descuido mientras se consume.
La ciudadanía -un deporte nacional en México que mucho nos ha costado- ha pugnado por ir modelando un discurso que pase del reclamo de la democratización formal -aquella centrada en elecciones y renovación de poderes-, hacía una democratización sustantiva – aquella centrada en las libertades y derechos de la vida cotidiana.

Periodistas luchan por la libertad de expresión, ONGs por el ejercicio responsable del presupuesto, por la rendición de cuentas y por los derechos humanos y los ciudadanos, luchamos por la seguridad, la educación y la justicia.

Hoy la democracia se ha vuelto más compleja, pues es valor entendido, que los indicadores para medir su calidad, ya no son sólo cuidar una urna, sino respetar la participación ciudadana y alentarla; promover la representatividad de los dirigentes y legisladores; velar por el uso responsable de los recursos públicos y someterse a la rendición de cuentas; permitir el escrutinio público y de la opinión pública a través de programas de transparencia efectivos; asegurar la factibilidad y efectividad de las políticas y mejorar la capacidad de respuesta del gobierno a los problemas de la ciudadanía; y respetar las diversas expresiones sociales, y conminar a la solidaridad entre la población sin provocar el encono, la división y la violencia.

Pero, hoy otro reto emerge. Para la democracia, es importante la paz.

El reto en México, incluye la pacificación de las áreas de la vida cotidiana y que todas aquellas actividades como viajar, salir a comer, tener un negocio, ir a la universidad, comprar un coche vuelvan a formar parte de nuestras vidas, sin que el crimen organizado lo perturbe.

Aunque hemos avanzado en nuestra visión democrática, en el discurso, seguimos cantinfleando para describirla. Por eso, el mismo Mario Moreno “Cantinflas”, nos regala la mejor definición de esta:


“Democracia, mire usté, según la lengua española traducida al castellano quiere decir demos, como quien dice dimos y si dimos con qué nos quedamos y ‘cracia’ viene siendo igual, porque no es lo mismo don Próculo se va a las democracias que demos cracias que se va don Próculo”. (De “Si yo fuera diputado”, 1951).