jueves, 12 de mayo de 2016

Y en México, ¿cuándo?

Por Ventura Cota y Borbón III
Dilma Rousseff
En un hecho histórico, como lo califica la prensa brasileña, el día de ayer, tras una larga deliberación, el Senado tomó la decisión de separar temporalmente de su cargo de presidenta de la República a la señora Dilma Rousseff.

Con un escueto pero contundente comunicado, la ex primera mandataria de Brasil quedó suspendida durante 180 días, mientras se toma la decisión de su posible sustitución definitiva. "Señora Presidenta: se le hace saber por medio de esta notificación que a partir de su recepción está instaurado el proceso de impeachment. (...) Y queda suspensa del cargo de presidenta (...) con derecho a residencia oficial, seguridad, servicio médico y transporte aéreo y terrestre".

Se le acusa de alterar o maquilar cuentas con el objeto de ocultar a la sociedad que el Gobierno anda mal en retraso de pagos a instituciones bancarias. Esa acusación para sus seguidores, es un pretexto para dar un golpe de estado. Por su parte los detractores consideran una grave falta que dio como resultado su esperada destitución. Por cierto, la segunda en menos de 24 años en ese país de la samba.

Sean o no fruslerías, nimiedades, tonterías, peccata minuta, o cosas sin importancias, aquí lo preponderante del asunto es que en cualquier país que se diga o practique la democracia, son posibles esas situaciones.

Pueden argumentar –y con razón--, que el Senado, compuesto en su mayoría por entes antagónicos a la hoy destituida presidenta, optó por “línea”, por revanchismo político o por lo que usted deseé. Sin embargo, el asunto es que se quitó del cargo a una persona que ostentaba el máximo puesto del Gobierno porque hay presunción de una falta administrativa o de corrupción.

Eso que pasó en Brasil, podría suceder en cualquier otro país, insisto, siempre y cuando haya cuando menos un esbozo de democracia. En el nuestro, desde hace muchos años existe –parafraseando a Vargas Llosa--, una DICTADURA PERFECTA, que ya por sus bemoles, dejó de serla y se convirtió en una anomia obviamente permitida por quienes habitamos este hermoso país.

Hace un momento con respecto a este tema, vía Twitter me comentaba una persona muy apreciada por su servidor que en México jamás sería posible un evento de esa naturaleza, simplemente porque es una plasta de mierda [sic]. Podré o no estar de acuerdo con tan coloquial expresión, pero cabe algo de verdad.

Y es que el Congreso de la Unión está compuesto por una cáfila de vividores que entre ellos se cobijan. Con sus debida proporción, aquí en Sonora no se han atrevido a juzgar la “presumible” corrupción de ex gobernador Guillermo Padrés, mucho menos alzarán la diestra contra el habitante principal de Los Pinos.

Y como dijera cierta hetaira muy famosa: Ni modo. He dicho.