martes, 8 de marzo de 2016

Un gringo a la deriva

Por Ventura Cota y Borbón III
Varios barcos pesqueros, camaroneros, atuneros, veleros, y hasta pequeños cruceros lo encontraron, y los tripulantes, ante la evidente problemática legal que podrían enfrentar, todos optaron por devolverlo al mar.

Estoy hablando de un cuerpo humano cuyas características físicas correspondían a una persona del sexo masculino y de claro origen norteamericano, que durante mucho tiempo anduvo flotando a la deriva en la parte más angosta del mar de Cortés.

Resulta que el gringo desapareció en el mar. Según la autoridad cayó de la cubierta de un velero de su propiedad y se ahogó. Fueron alrededor de tres meses en los cuales muchos pescadores lo levantaban en las redes y preferían echarlo de nuevo al mar ante el temor fundado de que podrían meterse en dificultades con la ley.

Según me comentó una persona que fue testigo de varios “levantamientos”, la primera vez que ellos –su tripulación--, lo sacó entre el producto que llevaba la red, se asustaron, primero por tan inusual carga, y después por las repercusiones que tendrían si lo llevaban a tierra.

“Parecía, que el cadáver nos buscaba y fueron no menos de cinco ocasiones en que lo levantamos e igual número de veces que lo devolvimos al mar. Ya casi no se reconocía su cara. Estaba lacerada por la sal”, me platicó esa persona. Y así fue con varios buques más. Entre ellos lo platicaban.

Sin embargo, un día todo cambió. La autoridad estadounidense ofreció de recompensa diez mil dólares a quien diera información sobre el cuerpo del gringo que murió ahogado y quedó a la deriva en el mar.

Lo que es el destino. Cuando se lanzó la alerta a los buques del área, todos aquéllos que lo habían sacado y tirado de vuelta al mar, se volcaron a buscarlo.

“En cada lance estábamos atentos a ver si salía el gringo” [sic], --me dijo el tripulante del atunero--, "pero el “pinchi gringo ya jamás le salió a nadie…”.

“Si hubiéramos sabido que valía tanto, desde la primera vez que lo sacamos, lo hubiéramos refrigerado y a cobrar la recompensa…”, expresó ya en son de risa el pescador, evocando los momentos en que perdieron diez grandes.

Ni modo, dijo el gringo ahogado.