lunes, 30 de noviembre de 2015

Sonora: los debates que vienen

Por Jesús Susarrey
Hasta ahora las posturas en la sociedad política se han correlacionado armónicamente y la propuesta y acciones del Gobierno Estatal han sido aceptadas por consenso mayoritario. No hay manera de oponerse responsablemente o de estar en desacuerdo con la obligación de que la anterior administración rinda cuenta de sus actos y con las medidas anunciadas para atender la exigencia ciudadana de un gobierno de calidad.

Su pertinencia no está a discusión y sus adversarios en general parecen admitirlo. No es casualidad - por convicción o por pragmatismo -pero se ha exhibido solides conceptual en las propuestas y firmeza en la aplicación de principios éticos y jurídicos. Argumentar en contra de la urgencia de un gobierno honesto y eficaz contradice los principios básicos de la convivencia política civilizada y de la democracia liberal. 

Se ha señalado ya la alta expectativa que ha generado la propuesta de gobierno. El reto se magnifica con las inconsistencias heredadas en todos los ámbitos de la administración estatal. La interrogante de algunos es si se podrá cumplir pero es innegable que el discurso y la postura de la Gobernadora hasta ahora han estimulado más optimismo y esperanza que pesimismo y fatalismo.

Lo previsible es que gradualmente el debate político suba de intensidad y que el tema relevante sea la discusión de la efectividad de las políticas públicas y la pericia de sus operadores. Sin embargo, a nadie debiera sorprender, la deliberación política y el escrutinio de los procesos públicos son consustanciales a la democracia que los promueve   condicionándolos desde luego a que antepongan el interés colectivo.  

Lo cierto es que la crítica al poder se multiplicará - habrá que celebrarlo si se ejerce responsablemente - pero también las acostumbradas descalificaciones, las posturas simplistas y el infaltable chantaje político que contaminan y desvían el debate de los temas relevantes y que tienen a la política y sus instituciones postradas por el descrédito.

El documentado hartazgo ciudadano por los malos resultados de gobierno y la frivolidad que percibe, debiera motivar a la sociedad política a reflexionar sobre la conveniencia de robustecer los consensos actuales y tomar en serio las dinámicas que vienen. 

El compromiso de gobiernos de calidad. Responsabilidad compartida.

Es claro que la tarea y el compromiso del nuevo gobierno es eliminar prácticas indebidas e ineficiencia pública pero también lo es que la responsabilidad es compartida por todos los poderes, los niveles de gobierno y por el conjunto de la sociedad política. Si nos atenemos al diseño institucional, los desaseos y despropósitos anteriores debieron ser frenados mediante los dispositivos de contrapeso y vigilancia entre poderes.

Citemos por ejemplo escandaloso endeudamiento público que se discute en la actual Legislatura y que al igual que las inconsistencias en las cuentas gubernamentales, las anteriores asambleas fueron incapaces de evitar. Después de la indolencia de ayer, hoy algunos Diputados se van al otro extremo y con severidad rechazan la propuesta del Ejecutivo sin exponer suficientemente sus razones y las alternativas para resolver el desastre financiero que heredó. 

La sensación es que actúan como si el problema fuese de la Gobernadora y pretendieran que los platos rotos los pague la ciudadanía. Determinar la conveniencia o inconveniencia técnica corresponde a los expertos, pero es evidente la inconsistencia de la deliberación, la ausencia de propuestas alternativas y la falta de perspectiva sobre lo que parece ser más un plan de rescate que un presupuesto anual.  

Que decir de la opacidad gubernamental que fue tolerada. La Ley de Transparencia vigente y  otros ordenamientos para la rendición de cuentas simplemente no fueron aplicados. Las discrepancias en las cifras de la deuda manejadas por hoy las fracciones parlamentarias son una muestra. El listado de la inutilidad de los contrapesos es enorme y la urgencia restablecer su funcionalidad es indiscutible.

Cierto que las expectativas generadas por la propuesta del gobierno actual son enormes pero no podían ser menores. La exigencia ciudadana por gobiernos de calidad es innegociable y es congruente con el ideal democrático. Avanzar en la instrumentación de las medidas propuestas es insoslayable. Más que ignorancia, la incomprensión de la urgencia denota añoranza por un pasado autoritario y de abusos del poder que ya no puede ser restaurado.