domingo, 22 de noviembre de 2015

Advertencias de la Gobernadora y rescate de las instituciones

Por Jesús Susarrey
“La añeja práctica de ejercer el poder sin asumir responsabilidades políticas ni jurídicas simulando rendición de cuentas, generó una inercia que quizá impida a muchos advertir y dimensionar que se trata de un nuevo contexto y nuevas reglas del juego que justifican las medidas anunciadas y explican las reiteradas y duras advertencias”.

En la persistencia de la Gobernadora en la honestidad, la transparencia y la eficiencia gubernamental subyace al parecer la convicción sobre el necesario e impostergable rescate de la credibilidad en las instituciones. Que insista en colocar esas obligaciones en el centro de la escena pública debiera alentar a una escéptica ciudadanía y preocupar a toda la sociedad política y a no pocos miembros de la sociedad civil. 

Más que la exposición de una política pública, la sensación que deja el mensaje pronunciado durante la instalación del gabinete de innovación y gobierno honesto es que se trata de una verdadera batalla en contra de los abusos de poder y por la reivindicación de la rendición de cuentas en sus tres dimensiones: someter el ejercicio del poder al escrutinio público; justificar los actos de gobierno para garantizar su eficiencia y; la efectiva aplicación de sanciones, como medidas para recuperar la confianza ciudadana. 

No se trata desde luego de echar campanas al vuelo, habrá que esperar resultados pero tampoco pueden subestimarse el contexto en el que se ha venido planteando el tema y la contundencia y el sentido de urgencia que le imprime la Gobernadora. No es exagerado afirmar que no atender la exigencia ciudadana de combatir los desaseos y la irresponsabilidad en el ejercicio de los poderes públicos, puede traer consecuencias no deseadas.

La añeja práctica de ejercer el poder sin asumir responsabilidades políticas ni jurídicas simulando rendición de cuentas cobijados en instituciones de “escenografía” - para usar la misma analogía con la que calificó a la Contraloría Estatal – generó una inercia que quizá impida a muchos advertir y dimensionar que se trata de un nuevo contexto y nuevas reglas del juego que justifican sin duda las medidas anunciadas y explican las reiteradas y duras advertencias.

Cierto que el repudio ciudadano a la deshonestidad e impericia no es nada nuevo y que la sociedad política ha logrado contenerlo mediante diversas artimañas, pero también lo es que las circunstancias han cambiado y nada garantiza que su atención pueda postergarse  con mismo costo político asumido hasta ahora. Ignorar el nuevo entorno dificulta comprender el sentido de urgencia y dimensionar los riesgos.

El nuevo contexto y la intensidad de la exigencia ciudadana
El régimen tiene otra fisonomía. Citemos por ejemplo al pluralismo político que produce alta competencia electoral y alternancias partidistas que evidencian la intensidad de  exigencia ciudadana. La filosofía política acierta cuando afirma que la pluralidad no elimina por si misma los despropósitos pero los exhibe. Una vacilante pero útil oposición partidista, las redes sociales y la persistencia de la prensa crítica, son hoy conductos para subir a la agenda pública la demanda ciudadana por gobiernos de calidad.  

Las recién estrenadas candidaturas independientes desfogaron por la vía del voto el descontento de quienes consideran que los partidos políticos han sido incapaces de formar gobiernos honestos y eficaces. Un Gobernador, un legislador federal y un legislador local sin partido en el debut de esta nueva figura, muestran el tamaño de la expectativa que han generado. 

Por diversos estudios, sabemos del deficitario nivel de confianza y credibilidad ciudadana en las instituciones y los actores políticos. Las expresiones de inconformidad y la protesta pública crecen día a día. Cierto que en el Sonora de hoy el mapa político registra escenarios menos adversos pero no está exento de ellos.

El sentimiento de irritación por los ya conocidos abusos de poder y desaseos del gobierno anterior no cede y debe ser atendido con resultados. Esa fue la propuesta de la Gobernadora y fue también la apuesta de una mayoría ciudadana que depositó en ella una bien ganada confianza. Su congruencia es motivo de celebración, esperemos que el gabinete gubernamental tome con seriedad sus advertencias.

Si la ciencia política establece que la legitimidad es la credencial ética para mandar, el déficit que registran los gobiernos de todos los niveles debiera motivar a la reflexión y  estimular el apoyo al rescate de la credibilidad en las instituciones.