lunes, 10 de agosto de 2015

“Nuestros enfermos se han muerto en el camino”

Fredy Martín Pérez / El Universal
Candelaria, Ocosingo.- En la biosfera de Montes Azules llovió en la madrugada y al amanecer, los niños y mujeres tzeltales caminan de un lado a otro, con sus pies desnudos entre las charcas y el lodo. Aquí no llegan médicos ni medicinas: a los enfermos hay que sacarlos a cuestas en una jornada de 12 horas hacia el poblado más cercano, para luego recorrer en auto seis horas más hacia la cabecera municipal de Ocosingo.

Hasta hace tres meses los tzeltales acortaron el tiempo de camino hacia San Quintín, ya que a principios de 2014 debían caminar dos días y dormir en la selva para hallar ayuda médica para los enfermos; algunos de ellos que fallecieron, como la tía de Antonio Álvarez Cruz, que al llegar al hospital más próximo era demasiado tarde.

“Nuestros enfermos se nos han muerto en el camino; eso es lo más triste”, rememora Álvarez Cruz, uno de los dirigentes del lugar, que a más de 20 años de la fundación de la comunidad, dice, casi nada ha cambiado, excepto que ahora se redujo a un día la jornada para llegar al pueblo más cercano.

En abril del 2000, El Universal llegó vía aérea por primera vez a esta comunidad, donde los representantes aseguran que desde hace 15 años han solicitado médicos, equipo y medicinas, pero las autoridades parecen no oírlos. A principios de 2013 un médico trabajó unos meses y desde hace un año no lo han vuelto a ver.

Los promotores de salud son los encargados de atender a una población de 700 habitantes, la mayoría niños, que en la temporada de calor o lluvias, enferman de diarrea, presentan afectaciones respiratorias y de la piel, pero no se puede hacer mucho, porque la medicina recibida de la Jurisdicción Sanitaria ha caducado.

Rosa Hernández Cruz y Micaela Morales Pale, mujeres con cinco hijos cada una, hablan en tzeltal para quejarse de que a Candelaria no llegan medicinas ni campañas de vacunación para los niños y dicen no haber recibido nunca una despensa de alimentos.
Hernández Cruz detalla: “Todo lo que firmaron aquí ha sido una mentira. De todo lo que prometieron sólo han cumplido con tres cosas”.

El promotor y auxiliar de salud, Silverio Cruz Ruiz y Bernardino Álvarez, muestran los anaqueles sin un frasco de alcohol. La falta de material de curación y medicinas dificulta la atención a enfermos de paludismo y tifoidea, dicen Silverio y Bernardino.

Los lotes de medicina que han llegado constan sólo de 10 unidades, insuficientes para atender a decenas de niños que con frecuencia presentan calenturas, males respiratorios y diarreicos. Además, muchos fármacos están caducos o próximos a serlo.
Los tzeltales deben recurrir a las plantas para aliviar algunos males, porque “aquí no hay médicos ni medicinas”, dice Cruz Albores.

Conmovido por las súplicas de los tzeltales, el 18 de junio de 2013 llegó a esta comunidad el jefe de la Jurisdicción Sanitaria, Kristián Gabriel Utrera Fernández, para suscribir un documento de 17 puntos, que consiste en el traslado vía aérea “para todo tipo de urgencias”, abasto bimestral de medicamentos, equipo dental y capacitación en odontología.

Además, incluía una planta generadora de luz, una caseta telefónica, un centro de salud, capacitación de auxiliares de salud y reafiliación para el Seguro Popular, entre otras cosas.
El acuerdo pretendía apoyar también a los 200 habitantes de la comunidad vecina de San Gregorio, pero dos años después, la jurisdicción sanitaria, sólo mandó un baumanómetro y un estestoscopio, el aparato doppler y ejecutó la afiliación y reafiliación del Seguro Popular.

Para reafirmar el olvido en que viven los 700 tzeltales, el suplente del comisariado ejidal, Manuel Pérez López, dice que a la comunidad nunca ha llegado una campaña de vacunación ni el apoyo de la Cruzada contra el Hambre, desde enero de 2013, pero eso sí, el 19 de junio llegó una avioneta con boletas electorales para que los tzeltales votaran, presuntamente por el PVEM.

Manuel sabe que en México hay dos millones más de pobres, pero lamenta que ellos como indígenas permanezcan “tan olvidados”, ya que cuando “vamos al pueblo a comprar” también pagan el IVA y ese impuesto sirve para llevar salud, educación, combatir la pobreza “para todos los mexicanos”, por lo que no sabe “¿por qué a nosotros nada nos dan?”

Desde antes de 2012, la empresa Servicios Aéreos San Cristóbal, con tres avionetas Cessna y cuatro pilotos, ha sido la “puerta de salvación” para miles de indígenas de Montes Azules.

Mujeres con problemas de partos prematuros, hombres con mordeduras de víboras venenosas y con heridas graves por el uso de machete, son los principales pacientes que salen vía aérea hacia el hospital de Comitán.

Ese año la empresa suscribió un acuerdo con la Secretaría de Salud: se comprometía poner a disposición tres aeronaves para trasladar a enfermos; han pasado tres años y la dependencia no cubre los gastos.

La deuda supera un millón 800 mil pesos y la empresa ha resentido la falta de recursos para cubrir los salarios de los 11 trabajadores. Pese a ello, ante cualquier llamado, los pilotos no pierden un minuto para trasladarse a la selva, en un vuelo de casi una hora a la comunidad más apartada, para salvar la vida de los enfermos.