Contraportada/Sin Límite Avante
Víctor Fonseca Jacques
México
sigue siendo, sin duda, un país de gente maleducada, peleonera e inmadura.
Decir que somos un país con un retraso hasta de 30 años respecto al desarrollo
de otros, en ocasiones se me hace poco. Existen actitudes muy nuestras que me
hacen pensar que apenas vamos superando la época cavernaria y que quedan
bastantes residuos de la forma de vida que llevaron nuestros animalescos
antepasados.
Y
lamentablemente se da en todos los casos, circunstancias o hechos de nuestra
vida social, política, deportiva, cultural y lo que usted quiera agregarle. Y
para no ir tan lejos, en estos momentos los mexicanos estamos a punto de darle
seguimiento a la pelea de Saúl "Canelo" Álvarez y Floyd Mayweather
pero ya de manera personal con quienes dividen su opinión de la nuestra. Las
acusaciones de "pendejismo" entre quienes vieron bien y mal al
boxeador están a la orden del día. Y todos tenemos la razón.
Alguien
dijo hace días "si tienes "huevos" debes estar en contra del
Presidente". Es decir, para gente así, no existe alternativa: o estás
conmigo o estás en contra mía. Y se llega al extremo increíble de perder el
control y recurrir incluso a la agresión física, en medio de acciones desatadas
que involucran a gente que opta por alejarse del relajo y el escándalo sin
conseguirlo.
Hay
quienes exponen opiniones personales y las etiquetan como manifestaciones de
"el pueblo mexicano". El pueblo está en contra. Nadie quiere al
Presidente. El pueblo exige… el pueblo… el pueblo. Y cuando el Presidente
(quien sea) es aclamado por alguna muchedumbre, los que hablan a nombre del
pueblo dicen "esos no son el pueblo, son una bola de arrastrados,
ignorantes, pendejos, idiotas, cobardes" y todo lo que usted más quiera.
Es decir, no existe el derecho a la opinión propia.
No
hemos alcanzado aún el nivel de un país cuya población participe en el debate
con un objetivo definido. Nuestra participación como pueblo se sujeta, en
muchos casos, a hacer "desmadre" sin tener una idea muy clara del por
qué estamos en una protesta o en una manifestación pública. Si hay quienes
acuden a un mitin de apoyo a un Gobernador, en un encuentro de preguntas y
respuestas regularmente resultan sin saber a qué responde realmente su
presencia ahí. Igual pasa con quienes bloquean una calle sin saber que están
siendo manipulados por quienes persiguen intereses muy particulares.
La
madurez no se va a alcanzar mientras nosotros nos neguemos a que llegue.
Mientras las razones personales quieran estar por encima de las razones de los
demás, jamás tendremos un punto de acuerdo que nos permita emprender un camino
diferente. La exigencia de respeto a nuestra forma de pensar la sobreponemos
por encima del mismo derecho que tienen los demás.
De
manera soberbia pedimos que se respete nuestra ideología pero sin aflojar un
milímetro ante las apreciaciones ajenas. Creerse dueño absoluto de la razón
nunca será bueno. Es imposible convencer a los demás cuando quieres sentirte
superior a ellos.
Los
priístas acusan a los panistas de haber hecho un mal gobierno durante 12 años,
y los panistas se la regresan ahora que perdieron la Presidencia de México. Los
perredistas y demás gritan y golpean la mesa en exigencia de ser atendidos,
pero sin aportar más que no sea relajo al momento de la discusión. Pero de
ninguno de todos ellos surge el propósito real de hacer un trabajo político que
procure darle un rumbo correcto al país, y es precisamente porque cada quien
tiene su visión personal sobre qué es lo mejor para los mexicanos. Y todo se
limita a eso: las cosas son como yo digo… y párenle de contar.
En
la pelea Canelo-Mayweather, unos vimos a un pugilista mexicano absorbiendo
experiencia en cantidades industriales, al enfrentarse al mejor del mundo, algo
que no consigue cualquiera. Otros vieron a un peleador mediocre, inservible,
tímido, inútil, asustado.
La
frustración de no verlo ganar lleva a insultar a quienes lo califican de otra
forma. El desquite se busca como sea. Igual cuando el equipo mexicano de fútbol
pierde. No sabemos entender que en el deporte, como en todo lo demás, unos
ganan y otros pierden.
En
lo social, buscamos siempre estar por encima de los demás en cuestión de una
opinión. Todo es discusión, todo es alegata, todo son diferencias. Se polarizan
generalmente las cosas y terminamos insultándonos porque no logramos hacer
"entrar en razón" a la parte contraria.
Y
tanto uno como el otro resultan en un par de pendejos, de acuerdo a la
apreciación de cada parte. Y no son pocos que ante la imposibilidad de ganar la
discusión, recurren a lo que, incluso se considera la mejor opción: agarrarse a
golpes al que con palabras no quiso aceptar nuestra imposición de la razón.
En
lo político, México sufre un desquiciamiento total. Hay un caos impresionante
de ideologías, con 15 o 20 partidos políticos que no disputan, en definitiva,
el trabajo para que México retome el rumbo perdido desde tiempos ancestrales.
Esos partidos sólo buscan acomodo en las nóminas de gobierno de sus líderes.
Su
gente aprovecha la política errónea del gobierno mexicano de mantener a quienes
gritan presuntos desacuerdos, pero que finalmente buscan traer llenos sus
bolsillos. Y quienes defienden a esos "líderes" del pueblo no se dan
cuenta de qué forma son manipulados para "manifestarse en contra del mal
gobierno".
No
tenemos rumbo. No tenemos dirección. Los Hidalgo, los Juárez, los Guerrero y
los Victoria desaparecieron desde hace muchísimos años y hoy sólo existen
ambiciosos del poder, que alimentan esa mala educación pueblerina para seguir
manteniendo sus ilimitadas ambiciones. Y van a ir a buscarlos de nuevo cuando
los ocupen para seguir dependiendo del erario, pero sin más propósito que los
suyos propios. Al pueblo, quien le manda ser tan pendejo y dejarse manipular de
esa manera.
Y
en lo general, veo muy difícil que encontremos pronto un punto de partida
interesante. El mexicano ya está hecho a ese modo, de buscar siempre la
discusión estéril y el enfrentamiento que desquicia y enoja.
Nuestra
diaria lucha, muy sacrificada por cierto, por la sobrevivencia, no nos lleva a
hacer un alto en el camino y tratar de aportar algo positivo para la
recomposición. Pareciera más bien que nos gana la frustración y mediante la
alegata diaria queremos sentir una satisfacción que realmente no existe.
Mientras
vivamos aferrados a seguir en esa actitud troglodita y retrógrada, nunca podremos
aspirar a ser un país desarrollado. Nos falta mucho para eso.