miércoles, 18 de septiembre de 2013

México, país de cavernícolas

Contraportada/Sin Límite Avante
Víctor Fonseca Jacques
México sigue siendo, sin duda, un país de gente maleducada, peleonera e inmadura. Decir que somos un país con un retraso hasta de 30 años respecto al desarrollo de otros, en ocasiones se me hace poco. Existen actitudes muy nuestras que me hacen pensar que apenas vamos superando la época cavernaria y que quedan bastantes residuos de la forma de vida que llevaron nuestros animalescos antepasados.

Y lamentablemente se da en todos los casos, circunstancias o hechos de nuestra vida social, política, deportiva, cultural y lo que usted quiera agregarle. Y para no ir tan lejos, en estos momentos los mexicanos estamos a punto de darle seguimiento a la pelea de Saúl "Canelo" Álvarez y Floyd Mayweather pero ya de manera personal con quienes dividen su opinión de la nuestra. Las acusaciones de "pendejismo" entre quienes vieron bien y mal al boxeador están a la orden del día. Y todos tenemos la razón.

Hay quienes aplauden la labor que realiza Enrique Peña Nieto desde la Presidencia de México, y lo ven como un mandatario que podría ordenar el rumbo del país. Para los que están en contra del Presidente, éstos son una partida de imbéciles, y a través de las redes sociales, mayormente, se hacen infames señalamientos que denotan actitudes no exentas de esquizofrenia por el hecho de que no se comparte la misma opinión.

Alguien dijo hace días "si tienes "huevos" debes estar en contra del Presidente". Es decir, para gente así, no existe alternativa: o estás conmigo o estás en contra mía. Y se llega al extremo increíble de perder el control y recurrir incluso a la agresión física, en medio de acciones desatadas que involucran a gente que opta por alejarse del relajo y el escándalo sin conseguirlo.

Hay quienes exponen opiniones personales y las etiquetan como manifestaciones de "el pueblo mexicano". El pueblo está en contra. Nadie quiere al Presidente. El pueblo exige… el pueblo… el pueblo. Y cuando el Presidente (quien sea) es aclamado por alguna muchedumbre, los que hablan a nombre del pueblo dicen "esos no son el pueblo, son una bola de arrastrados, ignorantes, pendejos, idiotas, cobardes" y todo lo que usted más quiera. Es decir, no existe el derecho a la opinión propia.

No hemos alcanzado aún el nivel de un país cuya población participe en el debate con un objetivo definido. Nuestra participación como pueblo se sujeta, en muchos casos, a hacer "desmadre" sin tener una idea muy clara del por qué estamos en una protesta o en una manifestación pública. Si hay quienes acuden a un mitin de apoyo a un Gobernador, en un encuentro de preguntas y respuestas regularmente resultan sin saber a qué responde realmente su presencia ahí. Igual pasa con quienes bloquean una calle sin saber que están siendo manipulados por quienes persiguen intereses muy particulares.

La madurez no se va a alcanzar mientras nosotros nos neguemos a que llegue. Mientras las razones personales quieran estar por encima de las razones de los demás, jamás tendremos un punto de acuerdo que nos permita emprender un camino diferente. La exigencia de respeto a nuestra forma de pensar la sobreponemos por encima del mismo derecho que tienen los demás.

De manera soberbia pedimos que se respete nuestra ideología pero sin aflojar un milímetro ante las apreciaciones ajenas. Creerse dueño absoluto de la razón nunca será bueno. Es imposible convencer a los demás cuando quieres sentirte superior a ellos.

Los priístas acusan a los panistas de haber hecho un mal gobierno durante 12 años, y los panistas se la regresan ahora que perdieron la Presidencia de México. Los perredistas y demás gritan y golpean la mesa en exigencia de ser atendidos, pero sin aportar más que no sea relajo al momento de la discusión. Pero de ninguno de todos ellos surge el propósito real de hacer un trabajo político que procure darle un rumbo correcto al país, y es precisamente porque cada quien tiene su visión personal sobre qué es lo mejor para los mexicanos. Y todo se limita a eso: las cosas son como yo digo… y párenle de contar.

En la pelea Canelo-Mayweather, unos vimos a un pugilista mexicano absorbiendo experiencia en cantidades industriales, al enfrentarse al mejor del mundo, algo que no consigue cualquiera. Otros vieron a un peleador mediocre, inservible, tímido, inútil, asustado.

La frustración de no verlo ganar lleva a insultar a quienes lo califican de otra forma. El desquite se busca como sea. Igual cuando el equipo mexicano de fútbol pierde. No sabemos entender que en el deporte, como en todo lo demás, unos ganan y otros pierden.

En lo social, buscamos siempre estar por encima de los demás en cuestión de una opinión. Todo es discusión, todo es alegata, todo son diferencias. Se polarizan generalmente las cosas y terminamos insultándonos porque no logramos hacer "entrar en razón" a la parte contraria.

Y tanto uno como el otro resultan en un par de pendejos, de acuerdo a la apreciación de cada parte. Y no son pocos que ante la imposibilidad de ganar la discusión, recurren a lo que, incluso se considera la mejor opción: agarrarse a golpes al que con palabras no quiso aceptar nuestra imposición de la razón.

En lo político, México sufre un desquiciamiento total. Hay un caos impresionante de ideologías, con 15 o 20 partidos políticos que no disputan, en definitiva, el trabajo para que México retome el rumbo perdido desde tiempos ancestrales. Esos partidos sólo buscan acomodo en las nóminas de gobierno de sus líderes.

Su gente aprovecha la política errónea del gobierno mexicano de mantener a quienes gritan presuntos desacuerdos, pero que finalmente buscan traer llenos sus bolsillos. Y quienes defienden a esos "líderes" del pueblo no se dan cuenta de qué forma son manipulados para "manifestarse en contra del mal gobierno".

No tenemos rumbo. No tenemos dirección. Los Hidalgo, los Juárez, los Guerrero y los Victoria desaparecieron desde hace muchísimos años y hoy sólo existen ambiciosos del poder, que alimentan esa mala educación pueblerina para seguir manteniendo sus ilimitadas ambiciones. Y van a ir a buscarlos de nuevo cuando los ocupen para seguir dependiendo del erario, pero sin más propósito que los suyos propios. Al pueblo, quien le manda ser tan pendejo y dejarse manipular de esa manera.

Y en lo general, veo muy difícil que encontremos pronto un punto de partida interesante. El mexicano ya está hecho a ese modo, de buscar siempre la discusión estéril y el enfrentamiento que desquicia y enoja.

Nuestra diaria lucha, muy sacrificada por cierto, por la sobrevivencia, no nos lleva a hacer un alto en el camino y tratar de aportar algo positivo para la recomposición. Pareciera más bien que nos gana la frustración y mediante la alegata diaria queremos sentir una satisfacción que realmente no existe.

Mientras vivamos aferrados a seguir en esa actitud troglodita y retrógrada, nunca podremos aspirar a ser un país desarrollado. Nos falta mucho para eso.