Ventura Cota Borbón
Juan se levanta
diariamente a una hora en que el sol aún no asoma. Sin probar bocado sale en
busca del sustento para él, su mamá y su hermano menor, quien padece de una
enfermedad que le impide tener movimiento y razonamiento libres.
Juan desde hace
un año dejó sus estudios universitarios porque además de lo elevado de los
pagos que tenía que hacer, el padre y supuesto sostén de la familia, fue
despedido de su trabajo y si antes no había para comer, hoy menos ya que el
pilar familiar los abandonó.
Marisela, una
adolescente, se vio en la misma necesidad de Juan. Ella, apenas cursaba la
preparatoria y su padre, enfermo de alcoholismo y drogadicción optó por dejar
la “carga” a la madre de sus hijos. Ella, ante la urgente necesidad de
alimentación en compañía de su madre sale a ver que “consiguen” para llevar a
su hogar. Además de Marisela hay una niña –su hermanita menor de escasos seis
años-, con severo retraso mental.
A ambos los
conozco y sé las penurias por las que pasan.
Duele y lastima
ver esas situaciones que millones de mexicanos padecen.
Por eso cuando
escucho a los zánganos políticos hablar de tal o cual reforma, francamente me
indigna y me lleno de una ira que a veces me hace decir y escribir cosas que no
debiera.
De que chingados
sirven las reformas a la ley del Trabajo o de Educación si en ambas los únicos
beneficiados son los estúpidos animales que pueblan las cámaras alta y baja.
Son pocos en realidad aquellos políticos que sí se preocupan y ocupan de la
situación que prevalece en el país. Lamentablemente son una mínima parte.
Con estupideces
como la propuesta recientemente por la diputada Diva Gastélum en la que
pomposamente presentó una iniciativa para que los niños y niñas menores de 16
años no trabajen. ¿Pensará esa vieja animal que con papeles y decretos va a
solucionar eso?
Definitivamente
nunca cambiarán las cosas en nuestro país ni en el mundo. Ya nos volvimos
materialistas y superfluos. Las cosas que verdaderamente importan son cosas del
pasado.
Las cámaras de
todos los congreso del mundo se volvieron una especie de carpa de circo, nada
más que allí los payasos ganan millones. México no es la excepción.
Lástima que a la
lista de mexicanos sin esperanza se unen cada día más. Miles. El caso de Juan y
Marisela por desgracia no será el último y así como ellos cada mañana habrá
millones que se levanten a hacer de sus vidas actos de verdadero heroísmos
anónimos.
A propósitos de
güevones recalcitrantes, ¿qué hace el diputado de cartón que “representa” a los
empalmenses, el tal Carlos Enrique “Kiriki”
Gómez Cota? En la siguiente edición impresa de Sin Límite Avante,
descúbralo.