Ventura Cota Borbón

Eso
me lo comentó un amigo personal que quien vive en San Vicente. Su nombre y
domicilio me los guardo por razones comprensibles. Sin embargo - me cuenta-, "... desde que le pegué una chinga no me han vuelto a rayar mi casa, lo que indica
que ese estúpido mozalbete era el autor de dichos actos de vandalismo. Me hubiera
gustado que llegaran los padres a reclamar para partirles la madre [sic] a
ellos también”, dijo bastante molesto.
Entiendo
el sentir y frustración de mi camarada. Yo en la misma situación hago lo mismo.
¿Cómo es posible que haya jóvenes que incluso arriesgan su vida al treparse a
alturas bastantes considerables con el único objeto de “plasmar su arte”? Ya ha habido muertes por intentos de ese tipo.
He
visto en edificios muy altos esas huellas de lo que se conoce como pintas
cholas aunque hay algunos chiflados que le llaman arte urbano.
Se
gastan miles de pesos en pinturas para resarcir el daño que esos mal vivientes
causan. No hay una sola cuadra de la ciudad en la que alguna casa o construcción
se salve de estar pintadas o “plaquedas” con esas letras raras.
Los
psicólogos afirman que cuando hacen esos desfiguros gramaticales los “morros” y
no tan “morros” demuestran una manera de manifestar su inconformidad ante la
vida. ¿Por qué mejor no se ponen a hacer labor social?
Ante
la evidente incapacidad de la autoridad para frenar estos desmanes pictográficos,
los ciudadanos se ven en la urgente necesidad de tomar la ley en sus manos. Qué
bueno que al chamaco del inicio de este relato le dieron su merecido. Estoy
seguro que a la próxima fechoría llevará bien protegidas sus piernas y parte de
su cuerpo.
Cholos
de porquería por qué no se pintan el trasero mejor.