viernes, 17 de febrero de 2012

Un “Sol” humilde…

Por Ventura Cota y Borbón III
Me enteré ayer, leyendo el periódico, que el próximo 26 de febrero se presentará en Chile, en Viña del Mar, el artista nativo de Puerto Rico pero nacionalizado mexicano, Luis Miguel y francamente las exigencias del llamado “Sol” para asistir al festival tradicional chileno, son absurdas y llenas de soberbia.

Además del millón y medio de dólares que cobrará el ya no tan joven cantante, pide que su camerino esté pintado totalmente de negro; deberá haber agua embotellada de distintas marcas y países; fruta de temporada y seca; vinos chilenos y otros que lleva en su equipo, quesos y una bola de tonterías más. Ha pedido además a su equipo que verifique y cuide que la señal televisiva no se transmita en vivo más que en Chile.

Vaya que algunas “estrellas” del espectáculo no dimensionan su ego y a pesar de que el público es el que realmente lo mantiene donde está y ha permanecido, lo ignora con bastante pedantería.

No cabe duda que se marean subiéndose al escenario.

Recuerdo que en un amigo mío hace tiempo me platicó que él estuvo presente en el concierto que dio Pedro Infante en el viejo estadio de béisbol aquí en Guaymas y, que el artista de fama internacional, con toda su humildad que siempre le caracterizó, escuchó a la gente que se quedó afuera del edificio, que no tenían dinero pero querían conocerlo y oírlo cantar.

Pedro Infante, dio la orden que se abrieran las puertas y dejaran entrar a toda esa gente que lo aclamaba, “yo absorbo el costo del boletaje”, dijo el ídolo de Guamuchil.

Hay además anécdotas de otros artistas de su talla que siempre dieron muestras de su acercamiento y humildad con el público, no como el farsante y dizque “divo” de plástico llamado Luis Miguel.

Ni modo, tiempos traen tiempos, pero un artista se debe a la gente que compra sus discos o ve sus películas o acude al teatro y por lo tanto, a ella debe agradecerle que todos los días come y vive con lujos.

Para mí ni Luis Miguel ni tampoco cualquier “artista” vale la pena si no es capaz de reconocer en el público a su catapulta.