Por Ventura Cota y Borbón III
Raúl Gontrán Espriú Murillo y quien esto pergeña tenemos contacto vía correo electrónico desde hace ya algunos años y a pesar de que él es mucho más joven que yo, hemos cultivado a través de ese medio una buena amistad. Es un don que ellos tienen -su tío, quien fuera un gran y admirable amigo el Lic. Marco Antonio Murillo Lozano, también me honró con su amistad-, y saben conservarlo.
El pasado martes me hizo una invitación a su casa a compartir un desayuno, sólo que por compromisos de ambos, hasta hoy viernes temprano pudimos concretarla y francamente fue una experiencia muy agradable. Por fin, después de casi dos lustros de contactarnos, nos conocimos personalmente.
Sin contar lo sabroso del café, el desayuno en sí y una vista de la ciudad de enorme privilegio con que cuenta, la plática estuvo a la altura. Raúl es un excelente conversador y conocedor de muchos temas.
Entra sorbos al humeante café charlamos de todo y de nada. Del ayer, del hoy, del mañana. De ciencia y tecnología, de la familia (con emoción y mucho amor habla de su hija de apenas dos años de nacida), de los ancestros y de la fortuna de estar vivos en un ambiente donde tanto su labor, en menor escala la mía, representan riesgos.
Lástima que la premura de regresar a mi trabajo me hayan hecho despedirme pronto, sin embargo quedó entre ambos el firme compromiso de reunirnos con más periodicidad. Por supuesto mientras su ardua labor en los mares bravos del Atlántico se lo permita y se dé una vuelta de nuevo al puerto. Su querido puerto.
Hasta pronto amigo Raúl. Buen retorno a tu trabajo. ¡Cuídese mucho!