lunes, 12 de diciembre de 2011

La velación a la virgen

Por Ventura Cota y Borbón III
Un “yanqui” con quien tengo a veces algunas conversaciones me decía que los mexicanos somos más vulnerables a los sentimientos que arrastran al fanatismo. Nosotros, en cambio –platicaba-, somos más fríos en el pensar y actuar. Mientras ustedes rezan a sus santos, en América (quién sabe por qué demonios los gringos y otras personas ajenas a este continente, a los Estados Unidos le dicen así) trabajamos duro para vivir mejor.

Por supuesto que en parte tiene razón. Mientras aquí en México y otras naciones americanas (por que América abarca desde Alaska hasta la Patagonía, en la zona más austral del continente) damos vuelo a la “hilacha” con todo tipo de celebraciones, los gringos son más flemáticos y negociantes.

Viene a colación este pequeño preámbulo ya que ayer mientras regresaba de la capital sonorense como a eso de las veinte horas, miré hasta eso que sin asombro, cómo el pueblo se vuelca en venerar a la virgen morena del Tepeyac. A pie, en carro, en sillas de ruedas y hasta hincados, miré gente, bastante gente acudir al cerrito de la virgen, como es conocido el promontorio donde está pintada la imagen de la guadalupana en una pared de piedra que mide unos diez o doce metros de altura.

Yo ayer declaraba y con mucho orgullo, que soy creyente de la Virgen de Guadalupe, por eso no me extrañó mirar tanta gente acudir a rezarle, cantarle y velarle.

Los gringos podrán ser fríos, calculadores y transas con medio mundo, pero además a esas “cualidades” hay que añadirle que respecto a los sentimientos religiosos son impasibles y huecos. Como México en ese sentido, no hay otra nación en el mundo entero, exceptuando desde luego a la islámica.

Llegué de Hermosillo cansado, pero listo para cantarle a la Virgen como cada año lo he estado haciendo desde hace diecinueve y gracias a Dios pude cumplirle. Espero que el 2012 podamos hacer lo mismo.

Feliz inicio de semana y los crudos que se frieguen.