Por Ventura Cota y Borbón III
Dice un famoso apotegma que quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro. Valga la analogía para decir que yo he encontrado a lo largo de mi vida a pocos amigos, pero ellos muy sinceros, por ende, tengo pocas amistades de ese calibre. Es más se dice que los verdaderos amigos pueden contar con los dedos de una mano y a veces hasta sobran.
Uno de ellos se llama José Negrete, mejor conocido con el mote de El negro José. Desde niños nos conocimos y desde entonces la amistad se fincó. Siendo morros, apenas pespuntaba la adolescencia cuando empezamos a trabajar en la planta procesadora de harina de pescado P. Itxas en el paraje y después cada quien tomó su camino, sin embargo jamás hemos perdido el contacto.
El negro José se casó y fue a vivir a Culiacán. Es trailero. A veces cuando pasa por la caseta de cobro de Guaymas, me “pega” un grito y nos reunimos, mi primo Rafael –que también es un amigo en común- y yo.
En ocasiones me llama de Campeche, otras de Tijuana, otras más de Coahuila y ayer en la tarde, poco antes de irme al cine Club en el auditorio, recibí su llamada de Tamaulipas, concretamente de San Fernando, el lugar donde han desaparecido mucha gente, tierra de narcos violentos.
Cuídate mucho amigo, es la recomendación. El Negro sólo ríe y dice que pasa echo la mocha por el lugar.
Hace una semana vi a su mamá, doña Panchita, quien a pesar de su edad, está muy fuerte. Una mujer muy trabajadora que sacó a sus hijos adelante ella sola, es viuda. Me dijo José que su mamá perdió un ojo. Sinceramente no lo noté. Tiene glaucoma.
Cada vez que me llama platicamos cerca de 10 minutos, las llamadas por el celular salen caras y siempre recordando épocas que ya se fueron. La verdad estimo mucho a Pepe Negrete, es un gran amigo, un buen hijo y un buen padre.
Te encargo a la jefecita y pronto nos veremos por mi querido Guaymas. Se despidió el negrito. Dios te bendiga y cuídate mucho amigo.