
Hoy domingo 31 de enero del 2010 con motivo del décimo aniversario sin la presencia física de mi madre María Dolores Borbón, en familia acudimos al cementerio de la calle 10, San Fernando, y después de estar en la tumba de mi amá un tiempo, una vez que se consumieron los rezos y las pláticas, agarramos camino hacia la salida.
Cuando íbamos a la altura de la pila de agua que se localiza a unos ciento cincuenta metros de la entrada principal, doblamos a la derecha en busca de una tumba donde dicen quien la mora, hace milagros.
A escasos cincuenta metros de la mencionada pila, está efectivamente una casita que cubre la cripta de la niña Mercelita Bustamante Palma.
De acuerdo al epitafio, la menor falleció en noviembre de 1985 a la edad de ocho años; y, según la voz popular, rezarle con fe a Marcelita concede milagros.
Sobre un mueble que está dentro de la casa, hay una cantidad que no pude precisar de muñecas, angelitos, fotos y otros objetos evidencian que la niña obra milagrosamente a quien le ora con fe.
Por sí o por no, se deja al albedrío dicha creencia.
Poco antes de llegar nosotros, estaba una persona de aspecto humilde y de ropas muy flojas cuyo lenguaje mostraba su origen. Decía más o menos lo siguiente:
-Marcelita échame una baiza (sic) no tengo jalisco (sic), te prometo una dolly (sic) si me alivianas...
La gente que va a esa tumba, cree en lo que muchos otros han presuntamente comprobado: que Marcelita Bustamante Palma hace milagros.
Para no quedarme fuera de la jugada y sin desentonar con el orador que nos antecedió, yo también le pedí a la niña Marcelita que me echara una baiza con el trabajao, la salud, la familia y con lo más importante, que pare la violencia que nos acoge.
Feliz domingo amigos lectores.