jueves, 15 de mayo de 2008

Editorial (Edición No. 144)

Destrucción

Pese a los reclamos cada vez más airados de la comunidad guaymense, la destrucción del cerro Tetakawi sigue en marcha.

Las justificaciones de las autoridades se tornan absurdas ante la claridad de unas leyes que, sin embargo, son violentadas con toda impunidad.

Hablar del Tákale –como le llaman los yaquis—no es remitirnos a un lugar cualquiera sino a un símbolo legendario para la nación yoreme.

Es hablar también de un icono que la naturaleza, pródiga con la región que habitamos, concedió con toda su belleza para el disfrute y orgullo de todos.

Para la codicia empresarial ya no basta que las playas están cada vez más cercadas e inaccesibles para la gente de Guaymas, ahora están yendo por todo.

Está claro que no les preocupan ni la inconformidad de historiadores, defensores del medio ambiente, indígenas y ciudadanos en general.

Vaya, ni siquiera las leyes les importan.

Y cómo han de importarles, es preciso cuestionar, si las autoridades responsables de aplicarlas se asumen cómplices sumisas o pecuniarias de tanta depredación.

Resulta bastante condenable la situación de oprobio que padece nuestra región, cada vez más avasallada por la impunidad que goza el poder del dinero.

La mutilación del cerro Tetakai, lo mismo que el cierre de los accesos a las playas de Guaymas y San Carlos, se convierten paulatinamente en serios aglutinantes de la inconformidad social.

Lamentablemente, las reacciones de los guaymenses son bastante difusas y salvo la dignidad de unos cuantos ciudadanos con muchos arrestos se ha hecho valer.

A ellos se une Sin Límite Avante, cuyas páginas siguen abiertas al interés de una comunidad que merece más respeto, pero que también precisa despertar en reclamo de lo suyo.