Por Ventura
Cota y Borbón III
Varios
barcos pesqueros, camaroneros, atuneros, veleros, y hasta pequeños cruceros lo
encontraron, y los tripulantes, ante la evidente problemática legal que podrían
enfrentar, todos optaron por devolverlo al mar.
Estoy
hablando de un cuerpo humano cuyas características físicas correspondían a una persona
del sexo masculino y de claro origen norteamericano, que durante mucho tiempo anduvo
flotando a la deriva en la parte más angosta del mar de Cortés.
Según me
comentó una persona que fue testigo de varios “levantamientos”, la
primera vez que ellos –su tripulación--, lo sacó entre el producto que llevaba
la red, se asustaron, primero por tan inusual carga, y después por las
repercusiones que tendrían si lo llevaban a tierra.
“Parecía,
que el cadáver nos buscaba y fueron no menos de cinco ocasiones en que lo
levantamos e igual número de veces que lo devolvimos al mar. Ya casi no se
reconocía su cara. Estaba lacerada por la sal”, me platicó esa persona. Y así
fue con varios buques más. Entre ellos lo platicaban.
Sin embargo,
un día todo cambió. La autoridad estadounidense ofreció de recompensa diez mil
dólares a quien diera información sobre el cuerpo del gringo que murió ahogado
y quedó a la deriva en el mar.
Lo que es el
destino. Cuando se lanzó la alerta a los buques del área, todos aquéllos que lo
habían sacado y tirado de vuelta al mar, se volcaron a buscarlo.
“En cada
lance estábamos atentos a ver si salía el gringo” [sic], --me dijo el tripulante
del atunero--, "pero el “pinchi gringo ya jamás le salió a nadie…”.
“Si
hubiéramos sabido que valía tanto, desde la primera vez que lo sacamos, lo
hubiéramos refrigerado y a cobrar la recompensa…”, expresó ya en son de risa el
pescador, evocando los momentos en que perdieron diez grandes.
Ni modo,
dijo el gringo ahogado.