jueves, 10 de abril de 2014

Pena de muerte: ¿Justicia o crimen?

Ventura Cota Borbón
En una cárcel del estado de Texas, allá en la Unión Norteamericana, la tarde de ayer fue ejecutado -¿o asesinado?-, un mexicano más de muchos que aún están en el patíbulo, esperando su óbito.

Ramiro Hernández Llanas fue el desafortunado connacional que ayer sucumbió no sólo ante la inyección letal que le fue aplicada, sino también ante la discriminación, abuso y prepotencia de una nación que se auto-ejerce como la policía del planeta.

Ramiro Hernández según dicen efectivamente cometió un crimen. Confirmado su delito (asesinó a un profesor en 1997), la desventaja que tuvo el hoy ya difunto, fue que no se le brindó la asesoría que requería al momento de su detención y ante tan evidentes fallas, incluso ante las diversas recomendaciones de organismos internacionales que solicitaban la revisión del caso, los texanos procedieron en consecuencia, valiéndoles nada lo que otras autoridades sugirieran o dijeran.

No sé porque hago asociación de ideas al venir a mi mente el caso tan afamado de la francesa Florence Cassez a quien por “tecnicismos legales”, al tronado de dedos del gobierno francés al de Peña Nieto, de inmediato fue soltada.

Con estadistas muy reales, aunque en muchos países el uso indiscriminado de la Pena de Muerte como castigo a criminales considerados de alta peligrosidad, no ha sido un acto disuasivo de ninguna manera que tenga un impacto que inhiba al delincuente a no serlo, se evidencia que más que un acto de justicia, se parece más a uno de venganza, lo que como colofón queda en asesinato.

Qué curioso, el Gobernador de Texas debe sentirse como una especie de dios terrenal, ya que en sus manos está la decisión de mantener o quitar una vida humana.

Por último para terminar esta parrafada, y parafraseando a mi estimado amigo el profesor Alejandro Ramírez Cisneros, me quedo peripatético, anonadado y culisóplido por la “enérgica protesta” derivada de tal acto por parte del gobierno estadunidense. La mentada protesta en el tono que vaya y sobre todo originada del gobierno mexicano tan arrastrado, abyecto y espurio, los gringos se la pasan por los güevos y se limpian el “zufiate” con ella (perdón por el exabrupto). He dicho.