domingo, 27 de abril de 2014

Juan Pablo II

Ventura Cota borbón
“Digas lo que digas, escribas lo que escribas, no voy a cambiar mi percepción y fe en ese gran hombre, Juan pablo II”, me reclamó ayer mi hermana mayor, en referencia a los comentarios expresados en ese tema por este trasunto de periodista, tanto en mis columnas como en pláticas familiares.

No pretendo, le dije, cambiar tu fe ni la de nadie, simplemente escribo y digo reflexiones basado en lo que leo, veo y escucho con referencia a Karol Wojtyla, (Juan Pablo II) y le guste o no a alguien en particular, es un derecho que me asiste. No sé si estoy bien o mal, pero insisto, es mi derecho.

Aunque ya una vez me había hecho el propósito de no hablar ni de religión, ni de política, mucho menos del Ejército mexicano, porque siempre sale uno raspado, es menester tocar el tema debido a que este domingo y posiblemente a estas horas de la mañana (10:25 tiempo local de mi natal Guaymas, México) el Papa mencionado líneas antes, ya sea un santo más de los miles que abarrotan el calendario.

Y que conste que no juzgo, tampoco radicalizo mi postura, mucho menos me dejo llevar por sentimientos “mundanos” propios de “pecadores” -favor de leer con interpretación sarcástica-, pero sin erigirme en un inquisidor decimonónico, así como hay millones de personas que se congratulan con la canonización del pontífice fallecido, también los hay y en millones que se oponen a que se le dé ese trato.

La polémica más grande que ha surgido con respecto a que Juan Pablo II sea convertido en un santo, es que lo asocian de modo muy cercano a Marcial Maciel, líder de los Legionarios de Cristo, secta que según conocedores del tema, usó de modo deliberado para saciar sus instintos sexuales en infantes que hoy la mayoría de ellos, siguen sin recibir justicia por esos actos aberrantes.

Gente de la propia autodenominada santa sede (con minúsculas), investigadores serios y hasta colaboradores muy cercanos al papa de la polémica, han dicho que éste –Juan pablo II-, sabía desde hace muchos años, incluso antes que él mismo ordenara la investigación del caso, que el señor Maciel era proclive a la pederastia. Aun así, el “santo” Papa, lo encubrió y el Vaticano, por asuntos netamente políticos y de exención, llevó a cabo la ceremonia de marras.

No sé si Juan Pablo II merezca ser subido a un altar, eso, además de ser decisión unilateral de una institución, que lo juzgue la historia y sus seguidores, yo por mi parte no puedo creer más que en un Dios Todopoderoso y en el Cristo sacrificado, ¡ah y en la virgen guadalupana!

Ya para terminar quiero trascribir la respuesta que di a la pregunta elaborada precisamente el día de ayer vía Facebook a un excelente colega y amigo personal: ¿Por qué le tienes tanta rabia a Juan Pablo II? “¿Rabía? Rabia y odio le tienen quienes fueron perjudicados por su omisión. Los miles de niños violados por su protegido. La realidad lo arropa amigo mío y avalar su conducta, te hace cómplice de su crimen”.

Ni modo, hablar sobre religión, política y el Ejército mexicano, insisto, a veces resulta contraproducente por la intolerancia que hay a debatir sobre esos temas. Gana el fanatismo y ahí sí, la rabia. Y quiero enfatizar que mi escrito no tiene la intención de desdecir a nadie sobre la fe que profesa, sí la de expresar la indignación personal y exhibir la hipocresía de quienes creen que mean agua bendita. He dicho.

Acápite: Creo que ya con este escrito me gané la enésima excomunión. Ni modo dijo la Rosa Amelia. Y aprovecho para ofrecer disculpas a quienes se sientan agredidos por el mismo.