Festival Edmundo
Valadés
La tarde noche de ayer viernes culminó con buen éxito el II Festival Edmundo Valadés, en el cual
durante tres días (26, 27 y 28 de marzo) hubo presentación de excelente
literatura y música de gran nivel.
Fue el pasado miércoles en el Instituto Tecnológico de Guaymas,
cuando Carlos Sánchez, periodista-locutor-escritor, presentó su novela “En el
mar de tu nombre”, acompañando la parte musical el grupo de rock urbano “Rock
Dumora”.
Y ayer viernes, en el ITSON, Jeff Durango, presentó su libro “Como si lo que fuera a ocurrir te trajera de nuevo a mí”. Aquí, la parte musical corrió a cargo del grupo “Huaje Colectivo”, quien “prendió” a la chamacada ahí presente.
“Esta mañana, al salir rumbo a Guaymas, lo primero que
escuchamos en Radio Sonora fue el suicidio de un joven de esta puerto. La
lectura es el antídoto de estos desafortunados eventos. De hecho, mis escritos
van firmados con el seudónimo de Jeff Durango, un gran amigo personal que se
suicidó y en su honor, escribo con su nombre”, dijo Raúl Acevedo Savín, el
autor del libro presentado.
Sin duda un éxito que esperemos se repita el año que
entra y por supuesto con todas las ganas que le mete Pina Saucedo, no dudamos
que así será.
Daniel Guillermo
Ayer estuve en el BANAMEX y mientras esperaba turno para
hablar con una gestora del AFORE, sostuve interesante plática con Daniel
Guillermo, un niño de cuatro años de edad quien al lado de su mamá, esperaba
impacientemente jugueteando y charlando conmigo.
¡Qué bárbaro! Los nenes de hoy son demasiado `despiertos`,
acusan una aguda inteligencia. Francamente me sorprendió. Lo que platicamos parecía
que fuera entre dos adultos. La mamá sólo sonreía ante las ocurrencias de
Daniel Guillermo.
Cuando le pregunté dónde trabaja tu papi, me respondió
muy naturalmente mientras brincaba del sillón al piso: “Mi papi ya se fue al
cielo. Pero todos los días viene y platica conmigo…”.
Volteé a ver a su mamá y sin decir palabra asintiendo con
la mirada, me confirmó que efectivamente lo dicho por el niño era verdad.
En fin, fue grato platicar con alguien que a su edad
tiene una madurez propia de un adulto. Me recordó a mi hijo Ventura, quien
también fue muy precoz e inteligente en ese aspecto.
La fila de
hormigas
Yo también fui niño alguna vez y por ende travieso.
En el fondo del patio de la casa de mis padres allá por la
calle diez estaba un tocón de lo que alguna vez fue un enorme pino. Y allí me
gustaba jugar casi siempre.
En ese lugar había toda clase de animales –cuéntome entre
ellos y a mis hermanos también-, y siempre veía una fila de hormigas de esa
negras cabronas que cuando pican parece que te inyectan ácido.
Cuando hubieron recorrido una distancia aproximada de
medio metro –tardaron más o menos veinte minutos-, éste cabrón, o sea yo, le
quitaba el huesito y lo dejaba en el lugar donde anteriormente lo habían
tomado: medio metro atrás. Eso nunca desanimaba a los insectos, quienes de
nuevo emprendían la tarea de llevarlo a su nido.
Esa mala acción se repitió muchas veces en el transcurso
de mi niñez. Hoy entiendo el ahínco de esos animalitos, algo que muchas veces
nos hace falta a los humanos. He dicho.