Arribo a medio día |
Ventura Cota Borbón
Desde 1995 tengo la fortuna de trabajar para agencias
consignatarias, y siempre ha sido un placer atender buques de todas clases. De
hecho siempre me ha atraído esa labor, incluso, debido a las circunstancias, la
he ejercido paralelamente con otras actividades, entre ellas, el periodismo.
Sin embargo, aunque he estado a bordo de cientos de
buques, la mayor parte de ellos todos cargueros, es la primera vez que tuve la
oportunidad de atender el día de ayer martes 4 de febrero, al buque motor Azamarat
Quest (crucero), que aunque tuvo una estadía muy breve –llegó a las trece
horas y partió a las diecinueve-, francamente disfruté estar a bordo ese lapso.
Entre pasajeros y tripulantes casi se llegaba al millar
(seiscientos pasajeros y trescientos noventa y nueve tripulantes), lo que hace
del barco una subsede de las Naciones Unidas por aquello de las múltiples
nacionalidades de los presentes. Por considerarse mano de obra económica, predominaba
la tripulación hindú, filipina, de Sri-Lanka, y la oficialía se componía de
portugueses, holandeses, brasileños e incluso uruguayos.
Ventura Jr. ante el Degas |
Los pasajeros son mayormente personas de la tercera edad,
de hecho fue raro ver a unas pocas parejas cuyas edades oscilaban entre los 30
a 50 años.
Cubierta de babor |
Un crucero como el Azamara Quest cuya eslora –largo del
barco-, rebasa los ciento setenta metros, es un enorme hotel flotante. Todos
los servicios que usted amable lector-lectora pueda imaginar, a bordo los
encuentra. Casino, cine, cabaret, tiendas de ropa, joyería fina, licores, sin
faltar el gimnasio, la alberca, salas de masaje y lo importante: un enorme
salón para cubrir las necesidades de salud médica. Y algo que me llamó mucho la
atención es que en casa cubierta (este buque tiene doce, incluido puente), miré
dos desfibriladores, uno en popa y otro en proa.
Mi hijo Ventura al Piano |
Nuestra labor a bordo del buque en mención –iba mi hijo
Ventura como asistente-, fue estar atentos a lo que se ofreciera. Aunque casi
traen todo, sólo hubo dos peticiones: inspeccionar el casco con buzos de la
propia nave y la compra de ciento veinte toneladas métricas de agua dulce o fresh water, como ellos le llaman.
En el área de bar-cabaret, tuve la oportunidad de
platicar con el encargado de amenizar musicalmente el ambiente. Un
extraordinario showman -Mortiner
S
nowen-, que tocaba con verdadera maestría tanto el piano como la guitarra
combinando ambos instrumentos con un sintetizador que ya mezclados hacían las
veces de un grupo completo. Le pedimos permiso para tocar ambos instrumentos --yo
guitarra, Ventura piano-, e interpretamos un par de melodías. Por fortuna aún
no había personas en el lugar.
Vista desde el Puente |
Área de camarotes |
En la quinta cubierta, que es área de arte y diversión, vimos
un dibujo hecho a mano por Picasso. Un certificado daba la autentificación del
hecho y bajo el dibujo de marras había un letrero que ofrecía a los pasajeros
un premio de diez mil dólares a quién “atinara” por decirlo de modo coloquial,
el precio de la obra.
En un escritorio estaba el jefe de piso y le pregunté: --“Vale
treinta y ocho mil dólares…”, me dijo. Ya en la lista donde varios pasajeros
habían puesto su estimado, miré cifras exageradas como veinte millones de
dólares y una muy aproximada de treinta y cinco mil, el pasajero o pasajera de
la cabina 8345. Le dije a mi hijo que me daban ganas de poner la cifra exacta y
al azar apuntar un número de cabina. No, me dijo, sería muy obvio.
En la biblioteca, detrás un Degas |
Se me olvidaba decir que en la biblioteca había un Degas, también original según rezaba el
certificado bajo el cuadro.
Cabe hacer mención que casi todo lo consumible abordo
como comida, bebidas, refrescos, ambigúes, entrada a teatro, cine, etc., está
incluido en el boleto del viaje, excepto por supuesto las áreas donde se vende
joyería, ropa y otras bisuterías. Hambre no pasamos mientras estuvimos en ese
hermoso palacio flotante.
El caso es que fue una gran aventura la que tuvimos mi
hijo y yo a bordo del buque motor Azamara Quest. Lo recorrimos de proa
a popa. De la cubierta tres a la doce. La elegancia y el buen gusto eran
predominantes. Y lo mejor de todo, es que aparte de disfrutar dicha aventura,
hasta me pagaron.
A punto del desatraque |
Respecto a la presunta derrama que dejan dichos cruceros,
no puedo precisar ni un estimado de cuánto deja, pero lo que sí estoy seguro es
que a la APIGAY le queda buena lana, ya que por los derechos de atraque e
infraestructura se paga un enorme dineral. Ya los comerciantes dirán en el
trascurso de la semana si se cubrieron sus expectativas.
En fin, esa fue una gran experiencia que espero se repita
pronto, ya que según tengo entendido, serán trece buques más los que arribarán
a Guaymas en lo que resta del año. He dicho.