miércoles, 5 de febrero de 2014

MV Azamara Quest

Arribo a medio día
Ventura Cota Borbón
Desde 1995 tengo la fortuna de trabajar para agencias consignatarias, y siempre ha sido un placer atender buques de todas clases. De hecho siempre me ha atraído esa labor, incluso, debido a las circunstancias, la he ejercido paralelamente con otras actividades, entre ellas, el periodismo.

Sin embargo, aunque he estado a bordo de cientos de buques, la mayor parte de ellos todos cargueros, es la primera vez que tuve la oportunidad de atender el día de ayer martes 4 de febrero, al buque motor Azamarat Quest (crucero), que aunque tuvo una estadía muy breve –llegó a las trece horas y partió a las diecinueve-, francamente disfruté estar a bordo ese lapso.
 
Una hermosa portuguesa
Una vez atracado, subimos a bordo como agentes, acompañando a las autoridades que deben dar la libre plática –es el permiso que se otorga para que el buque pueda hacer ya sus actividades normales en tierra-, y la amable atención del capitán portugués y de su asistente Germán, fue placentera, sin contar el excelente trato de la primera oficial rumana Daniela Epuras.

Entre pasajeros y tripulantes casi se llegaba al millar (seiscientos pasajeros y trescientos noventa y nueve tripulantes), lo que hace del barco una subsede de las Naciones Unidas por aquello de las múltiples nacionalidades de los presentes. Por considerarse mano de obra económica, predominaba la tripulación hindú, filipina, de Sri-Lanka, y la oficialía se componía de portugueses, holandeses, brasileños e incluso uruguayos.
Ventura Jr. ante el Degas

Los pasajeros son mayormente personas de la tercera edad, de hecho fue raro ver a unas pocas parejas cuyas edades oscilaban entre los 30 a 50 años.

Cubierta de babor
Un crucero como el Azamara Quest cuya eslora –largo del barco-, rebasa los ciento setenta metros, es un enorme hotel flotante. Todos los servicios que usted amable lector-lectora pueda imaginar, a bordo los encuentra. Casino, cine, cabaret, tiendas de ropa, joyería fina, licores, sin faltar el gimnasio, la alberca, salas de masaje y lo importante: un enorme salón para cubrir las necesidades de salud médica. Y algo que me llamó mucho la atención es que en casa cubierta (este buque tiene doce, incluido puente), miré dos desfibriladores, uno en popa y otro en proa.
Mi hijo Ventura al Piano

Nuestra labor a bordo del buque en mención –iba mi hijo Ventura como asistente-, fue estar atentos a lo que se ofreciera. Aunque casi traen todo, sólo hubo dos peticiones: inspeccionar el casco con buzos de la propia nave y la compra de ciento veinte toneladas métricas de agua dulce o fresh water, como ellos le llaman.

En el área de bar-cabaret, tuve la oportunidad de platicar con el encargado de amenizar musicalmente el ambiente. Un extraordinario showman -Mortiner S
Vista desde el Puente
nowen
-, que tocaba con verdadera maestría tanto el piano como la guitarra combinando ambos instrumentos con un sintetizador que ya mezclados hacían las veces de un grupo completo. Le pedimos permiso para tocar ambos instrumentos --yo guitarra, Ventura piano-, e interpretamos un par de melodías. Por fortuna aún no había personas en el lugar.

Área de camarotes
En la quinta cubierta, que es área de arte y diversión, vimos un dibujo hecho a mano por Picasso.  Un certificado daba la autentificación del hecho y bajo el dibujo de marras había un letrero que ofrecía a los pasajeros un premio de diez mil dólares a quién “atinara” por decirlo de modo coloquial, el precio de la obra.

En un escritorio estaba el jefe de piso y le pregunté: --“Vale treinta y ocho mil dólares…”, me dijo. Ya en la lista donde varios pasajeros habían puesto su estimado, miré cifras exageradas como veinte millones de dólares y una muy aproximada de treinta y cinco mil, el pasajero o pasajera de la cabina 8345. Le dije a mi hijo que me daban ganas de poner la cifra exacta y al azar apuntar un número de cabina. No, me dijo, sería muy obvio.

En la biblioteca, detrás un Degas
Se me olvidaba decir que en la biblioteca había un Degas, también original según rezaba el certificado bajo el cuadro.

Cabe hacer mención que casi todo lo consumible abordo como comida, bebidas, refrescos, ambigúes, entrada a teatro, cine, etc., está incluido en el boleto del viaje, excepto por supuesto las áreas donde se vende joyería, ropa y otras bisuterías. Hambre no pasamos mientras estuvimos en ese hermoso palacio flotante.

El caso es que fue una gran aventura la que tuvimos mi hijo y yo a bordo del buque motor Azamara Quest. Lo recorrimos de proa a popa. De la cubierta tres a la doce. La elegancia y el buen gusto eran predominantes. Y lo mejor de todo, es que aparte de disfrutar dicha aventura, hasta me pagaron.
A punto del desatraque

Respecto a la presunta derrama que dejan dichos cruceros, no puedo precisar ni un estimado de cuánto deja, pero lo que sí estoy seguro es que a la APIGAY le queda buena lana, ya que por los derechos de atraque e infraestructura se paga un enorme dineral. Ya los comerciantes dirán en el trascurso de la semana si se cubrieron sus expectativas.

En fin, esa fue una gran experiencia que espero se repita pronto, ya que según tengo entendido, serán trece buques más los que arribarán a Guaymas en lo que resta del año. He dicho.