Carlos Sánchez
Que somos un rompecabezas, advierte el título del libro, la
ilustración de la pasta. Que somos un rompecabezas y la memoria también se
construye de piezas constato cuando las manos de mi madre hurgan en los cajones
del ropero, en las cajas del baño como clóset, en la lacena. Que no sabe dónde
dejó el librito pequeño que tanto le gustó y está bien hermoso. Lo leí de
principio a fin, me dijo con la preocupación en la mirada al saber que
necesitaba de ese ejemplar.
Hoy será la presentación, le dije. Y ella lo interpretó como
la mayor urgencia de mi vida, debe ser porque me ha visto cargar con libros,
ordenar los libros, reparar los libros, amar los libros.
Se relajó al comentarle que el libro me lo sé de memoria,
que igual podría conseguir otro ejemplar en caso de requerir un dato preciso,
una cita textual. Madre respiró y me miró como miran las madres.
Mi madre para arrancar desde su emoción las frases llenas de
honestidad. Yo para sentirme feliz de saber que ha leído Mujer en piezas, porque:
qué otra acción si no la lectura para enseñarnos lo que somos, lo que deseamos,
lo que hemos sido. ¿Y por qué se lee un libro de un tiro? Esto nos ocurre
cuando simple y llanamente es el libro que necesitamos.
Armar con la mirada el rompecabezas que es este libro, es
armar también nuestro interior, y entonces como consecuencia compadecernos de
nosotros mismos, de la crueldad del sistema social donde los más desprotegidos
son también los protagonistas de la intensidad de vida, aunque dichos éstos son
los más vulnerables, también son, por sus argumentos, por su formación, los más
fuertes, los que resisten.
Ellos allá con sus dolores, sus frustraciones, sus traumas,
nosotros acá en el confort de una sala, debajo de la regadera, con el control
en las manos para regular la temperatura de la habitación.
Mujer en piezas expone, evidencia, sin panfletos (sólo al ir
narrando los acontecimientos que la autora selecciona y construye sin más
pretensiones que contar lo que le corresponde), los motivos del insomnio en sus
personajes, la precariedad que algunos de ellos padecen por el simple hecho de
pertenecer a esta sociedad, a este sistema de vida construido desde las
instituciones. Y nos convoca entonces a concluir. Cada quién según su historia
de vida, cada cual con su talante para definir la otra historia, la subyacente,
lo que se critica sin decir.
Porque la literatura debe contener ese compromiso con uno
mismo antes que con los demás, encontramos aquí los avatares cotidianos
expuestos de una manera sencilla, y escribir sencillo es a veces lo más
complicado, éstos avatares se convierten en señalamiento de los yerros que
hemos cometido, sin juicios, sin ser un dedo que señale, con la simple virtud
de contar a partir de las complejidades en las que se encuentran de
manera cotidiana los personajes que aquí habitan, en esta casa de letras.
Tienen vida propia cada una de las historias contenidas en
Mujer en piezas. Tiene la habilidad la autora de hacernos sentir esas
atmósferas en las que nosotros también hemos vivido. Tengo ahora la certeza que
esta ópera prima será el motor para que Sylvia Teresa Manríquez fluya con más
constancia en la construcción de historias.
Por lo pronto yo viviré agradecido ante la generosidad de
Sylvia, por tomar de la mano a mi madre y recordarle los caminos por donde ella
misma anduvo, y anda.