MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Dudar de la
existencia de Dios, usar condón y el matrimonio entre homosexuales son una
aberración, un delito mayor; en cambio, abusar sexualmente de un niño,
respaldar a dictadores y avalar el genocidio realmente no son actos tan
deplorables.
Esta, la lógica tradicional con la que El
Vaticano se planta ante el mundo, fue la moral aplicada en el caso del
sacerdote Adolfo Huerta Alemán, orillado a abandonar el cargo durante seis
meses a raíz de una entrevista publicada en el sitio web de Proceso, titulada
“El cura que duda de Dios y goza el sexo”.
“— ¿Tienes pareja?
“— Llevar una relación muy establecida no la
llevo, no se puede, ando metido en muchos rollos.
“— ¿Hijos?
“— No.
“— ¿Practicas relaciones sexuales con
frecuencia?
“— Sí.
“— ¿Te podrían excomulgar por eso?
“— (Se queda pensando) Sí…”.
La entrevista provocó una respuesta
reaccionaria de los sectores más conservadores de la Iglesia, que de inmediato
presionaron para exigir la separación del “Padre Gofo”, como es llamado
cariñosamente. No obstante, la charla sólo fue un elemento más que indignó a la
ultraderecha clerical.
Adolfo Huerta Alemán es un sacerdote católico
atípico. Se ha caracterizado por respaldar causas sociales justas, como los
movimientos “Indignados” y #Yosoy132. Mantiene una posición a favor de la
diversidad sexual y continuamente se pronuncia contra los actos de corrupción
que protagoniza la clase política mexicana. En el plano estético, usa el pelo
largo, a veces se maquilla para caracterizarse y maneja una pequeña
motocicleta. Se declara un amante del heavy metal, escribe cuentos y es lector
de Foucault. Sin duda alguna es un delincuente ante la podrida y morbosa mirada
del clero.
El fondo de este caso es la de doble moral
que, de siempre, acompaña los actos de la iglesia católica.
En México abundan casos de sacerdotes
protegidos por la alta curia tras cometer delitos de pederastia. Hombres de
sotana que bendicen bodas de narcotraficantes y aceptan sus limosnas. Prelados
aliados de corruptos gobernantes que disfrutan generosos manjares en actos
privados. Líderes religiosos groseramente deshonestos, con vida de lujos ajena
a la realidad nacional. Los más, personajes tibios que se desentienden de las
necesidades del país.
Adolfo Huerta Alemán es una excepción a ese
tufo desvergonzado. Un líder de su comunidad comprometido con sus semejantes,
solidario, valiente. Lo conocí gracias a que presentó mi primer libro, Vivir en
el cuerpo equivocado, en la Universidad Nacional Autónoma de Nuevo León. Es
rarísimo que un sacerdote católico se preste a un acto así y más que defienda
el derecho a no ser discriminado por el ejercicio de la sexualidad.
Hablamos de un hombre culto, abierto, querido
por su cercanía con los feligreses de la parroquia “El Señor de la
Misericordia”, con quienes come regularmente. Un líder transparente, linchado
por negarse a “ocultar sus pecados”.
Paradójicamente, esta semana se dio a conocer que la santificación de Juan Pablo II, corrupto líder del Vaticano cuyo principal delito fue proteger a cientos de sacerdotes pederastas en todo el mundo, es prácticamente un hecho.
Paradójicamente, esta semana se dio a conocer que la santificación de Juan Pablo II, corrupto líder del Vaticano cuyo principal delito fue proteger a cientos de sacerdotes pederastas en todo el mundo, es prácticamente un hecho.
Al mismo tiempo, en las redes sociales
circuló un video de un sacerdote católico masturbándose escondido bajo la
vergüenza de su sotana. Es esa Iglesia de siempre, con cambios cosméticos, con
un nuevo Papa que privilegia los protagonismos mediáticos pero conserva la
anquilosada y podrida estructura del Vaticano. Por cierto, a la fecha no han
puesto ante la ley ni señalado a todos los sacerdotes acusados de pederastia
alrededor del mundo, casos firmemente documentados en investigaciones
periodísticas y académicas.
Esa misma iglesia desprestigiada, venida a
menos, que se escandaliza de un beso entre dos personas del mismo sexo pero
continúa protegiendo a abusadores de niños. La misma que persiguió a
científicos e indígenas, la creadora del exterminio de la Santa Inquisición y
aliada de Francisco Franco. Esa misma que hoy se escandaliza del “Padre Gofo”
pero aún cobija a figuras tan vergonzosas como Onésimo Cepeda y Norberto
Rivera.
Es verdad, en muchos sectores de la población
la Iglesia cada vez pierde más fuerza. Si bien la mayoría de los mexicanos
sigue declarándose católico, no predominan quienes asisten regularmente a
ceremonias religiosas y acatan a ciegas los mandatos del Vaticano.
No obstante, este vacío que ha dejado el
clero lo han ocupado sectas destructivas mucho más nocivas, con pensamiento más
reaccionario y prácticas peligrosísimas. Ahí están Los Defensores de Cristo, la
Cienciología y Pare de Sufrir, por citar algunos casos. El mundo es muy
complejo, las necesidades humanas más, y no dejan de florecer líderes
siniestros que se aprovechan de ello para acumular riquezas y poder.
Lo cierto es que la posición de la iglesia
ante el “Padre Gofo” es reflejo del pensamiento cristiano que aún conserva una
nación oprimida por siglos por su cruel moral. La culpa, la represión de la
sexualidad, la vergüenza y el silencio como el infierno morboso que esclaviza a
la libertad individual.