Ventura Cota Borbón
No recuerdo exactamente el año pero debió ser
más o menos en 1974 cuando quien esto pergeña, mientras andaba vagando por los
terrenos que cubren la Termoeléctrica -ya fuera de funciones-, sobre unas
piedras que baña la mar, me encontré dos singulares juguetes: un trompo enorme
de palo-fierro y un soldadito de plomo de aproximadamente dos centímetros de
altura.
El trompo, estuvo durante mucho tiempo como
el cómplice de mis juegos, y de pronto sin saber cómo o porqué y sobre todo
dónde, se desapareció. Lástima porque como menciono, ese “trompito” (era del
tamaño de un puño de adulto) tan resistente rompió a varios de sus “homólogos”.
Recuerdo que un vecino de Punta Arena, testigo de los juegos de chamacos, lo
llamaba “Enrique Claussen”. Ignoro francamente las razones.
No sé por qué ha estado tanto tiempo conmigo.
De hecho estuvo extraviado unos años y de pronto al hacer limpieza en la casa,
apareció. Desde entonces lo conservo ya a resguardo considerando que lo
encontré cuando tenía yo la edad de once o doce años y pues ya son casi
cuarenta los que ha estado en mi compañía.
Mi soldado ha estado al pie de la cureña
firme y sin queja alguna ya muchos años y espero que siga dándole el valor que
se merece y pase a formar parte de las cosas preciadas de algún nieto.
Que tenga usted un excelente jueves de
armonía.