viernes, 2 de octubre de 2015

Sonora: Democracia de resultados, no mesianismos

Jesús Susarrey
Nadie puede negar la prudencia y la congruencia con la que la Gobernadora se ha referido a las expectativas de su gobierno. En todos los temas ha reiterado su visión futura pero con humildad ha señalado que en ciertos temas las rutas y metas no están aún definidas. No puede decirse lo mismo de diversas opiniones y comentarios que parece que atribuyen a sus ideas y expresiones, incluso a su persona, cualidades mágicas para transformar la realidad. 

Desde luego que como en todo proyecto, el peso del liderazgo es fundamental, la Gobernadora ha acreditado esa capacidad, pero sabemos que no es suficiente para resolver la problemática a la que se enfrenta su gobierno. Las políticas públicas se definen en función de las demandas de la sociedad pero las procesan instituciones que operan en dimensiones jurídicas, técnicas, presupuestales y consensuales.

Y más aún, para gestionar el cambio, es necesario que las instituciones cuenten con los equipos de trabajo adecuados, con modelos de profesionalización e innovación y  sólidos códigos de ética. Sabemos que las estructuras de gobierno no se caracterizan por ese nivel de efectividad y que la improvisación y el reparto de puestos públicos es una práctica enraizada. 

Las falsas expectativas del triunfalismo y la adulación
Por elemental, no debiera ser necesario anotar lo anterior pero es útil para dimensionar la irresponsabilidad de las posturas simplistas, algunas por candidez y demagogia, otras por adulación e interés particular, pero generan expectativas que en poco ayudan a enfrentar los retos del nuevo gobierno. Los despropósitos vienen tanto de la sociedad política como de la civil, e incluso de las estructuras de gobierno.     

No se juzga el ánimo y la actitud positiva, se señala por ejemplo la falacia de dar por sentado que la reciente creación de la fiscalía anticorrupción eliminará por si misma ese complejo y añejo problema. La nueva legislación y el nuevo marco institucional tiene que ser acoplados a la normatividad estatal y federal y tendrá que aterrizarse en su dimensión operativa. Esas tareas no serán concluidas en el plazo inmediato.

En desarrollo económico, la sólida relación del la Gobernadora con funcionarios y legisladores federales y el interés electoral-partidista por buenos resultados en sus gobiernos, sirven de argumento para suponer que se traducirá en apoyos que reactivarán el crecimiento. Los factores son importantes desde luego pero no garantizan resultados, el entorno nacional e internacional demanda una estrategia específica y precisión técnica para detectar las variables estratégicas preponderantes y definir la ruta a seguir.

En casi todas las áreas de gobierno se construyen narrativas similares y como cada seis años, rondan las oficinas públicas asesores en todas las disciplinas y recetas que incluso han demostrado su inutilidad. La sensación es que sin respeto alguno suponen que el gabinete no tiene la pericia suficiente para enfrentar los retos.

Hay casos en los que la duda es razonable pero a escasos días y sin que se presenten aún los planes a desarrollar y las estrategias correspondientes, es ocioso valorar su actuación. Ni el gastado recurso de vaticinar el fracaso del proyecto por sus perfiles y trayectorias, ni el adulador triunfalismo que se basa en ellos puede sustentarse por ahora.

La anti-institucional añoranza por el caudillismo y el mesianismo
Tal visión es finalmente anti- institucional. Los poderes públicos son un compuesto institucional de normas jurídicas, procedimentales y estructuras operacionales que requieren de políticas públicas y personas adecuadas, no de héroes. Se advierte en esas posturas añoranza por el viejo caudillismo y simpatía por el renovado mesianismo que supone que en la mente y la voluntad del líder está la solución a todos los males. Algo hay también de manipulación, de pereza mental y del obscuro interés particular. 

El gobierno honesto y eficaz anunciado recoge atinadamente un anhelo mayoritario y está lejos de ser una ocurrencia, pero su instrumentación implica un verdadero proyecto de transformación de las estructuras y procesos de la esfera pública y de la manera en que se relaciona con la sociedad.

Las experiencias exitosas apuntan a que es necesario confrontar esa visión de futuro, las ideas y los compromisos con las restricciones que impone la realidad, definir una agenda estratégica y alinear la cultura organizacional a los principios de ética y responsabilidad política que definió muy puntualmente la Gobernadora. Se trata de construir una democracia de resultados en lugar de los fallidos modelos de gobierno sexenales de popularidad efímera y cuentas deficientes.

El reto de su gabinete es enorme, los propósitos que ha expuesto no dejan lugar para la improvisación y la simulación, les exige “el conocimiento y el dominio de los medios que permiten alcanzar las metas y la felicidad del pueblo” para decirlo en el lenguaje de los fundadores de la democracia norteamericana. Se acabaron los “amiguismos” les advirtió con firmeza la Gobernadora.

El imperio de la razón, de la Ley y de la eficacia. Nada que ver con el “pensamiento mágico” del voluntarismo; con la demagogia del populismo y la exageración del adulador.