Por Jesús Susarrey
Las acusaciones de supuestos actos indebidos entre los candidatos punteros
a la gubernatura generan escándalos que acentúan el descrédito de toda la
sociedad política y el escepticismo ciudadano que no alcanza a comprender del
todo las razones y la insistencia en ese comportamiento. Para algunos analistas
se trata de reacciones desesperadas de los equipos de campaña ante la
incapacidad para continuar creciendo en las preferencias, para otros,
parte del diseño estratégico general. Otros más aventurados lo ligan al
contexto de la disputa política nacional. Algo de cierto hay en todas las
interpretaciones.
Los límites del marketing electoral y los errores de estrategia
Se sabe que la recomendación de los estrategas electorales es dar
mantenimiento al voto duro, incrementar el clientelar, atraer al indeciso
prometiendo lo que desean escuchar y denunciar inconsistencias del
adversario. Sin embargo la inventada sabiduría del marketing no ha
rendido frutos, las tendencias no inclinan aún la balanza y anuncian un final
muy apretado. Nada nuevo, ocurrió lo mismo en las dos últimas elecciones y los
asesores seguramente deben sendas explicaciones.
Si al inicio el PRI le apostó al descrédito del gobierno actual y el PAN a
la división PRI, ninguna de las dos variables han sido determinantes. La
proclama priista de un “Sonora honesto y eficaz”, no obstante que recoge un
auténtico reclamo popular y que el tema se posicionó en la agenda política, no
le ha permitido tomar la delantera en forma contundente. La anticipada
campaña del candidato panista, su afán clientelar y el intento del “sonora que
queremos” basado en débiles propuestas ciudadanas, no bastó para mantener la
considerable ventaja de arranque. Las denuncias mutuas por presuntas
improbidades, aún con su intensidad, no perfilan claramente a un perdedor pero
lastiman la imagen de ambos.
Al parecer, más allá de la consolidación del voto duro y de la captación
del clientelar, las estrategias no han funcionado para atraer a los indecisos
y las campañas de descalificación del adversario no se han traducido en
ventaja significativa. Cierto que sería ingenuo apostar prioritariamente al
voto racional cuando en lugar de ciudadanía activa, nuestra democracia ha
producido un mercado electoral clientelar que poco promueve la participación
ciudadana. Cierto también que el pragmatismo del marketing con su tendencia a
la simplificación del mensaje y al formato del espectáculo permiten mayores
audiencias, inventar liderazgos y apelar a las emociones para persuadir.
El argumento que convence, la anulación del contrario o el día “D”
Pero para atraer el voto racional o convencer a indecisos se requiere algo
más que la arenga y el discurso conmovedor. Las propuestas no lo garantizan por
si mismas por la simple razón de que los referentes de incumplimiento de las
promesas de campaña no las hace del todo creíbles. El abatimiento del desempleo
por ejemplo ha sido una constante en la oferta electoral, sin embargo en los
tres últimos sexenios no ha dejado de incrementarse.
Quizá los candidatos deberán esforzarse y concentrar ahora sus tareas en un
activismo más cercano a los votantes indecisos y comunicar ahora con más
profundidad que harán desde el poder y para quién.
Agotada la reserva del voto duro y clientelar, no parece ser
suficiente el conocimiento de la agenda de prioridades de la ciudadanía.
Se sabe que la impunidad, los abusos de poder, la desigualdad y una serie de
carencias y pendientes del Sonora de hoy requieren atención prioritaria, el
reto es como generar esa necesaria relación de confianza con el electorado para
que con su voto les encomiende esas tareas. El discurso seductor deberá
sustituirse por el argumento que convence. A menos que los equipos de
estrategia continúen apostando al descarrilamiento de su contrincante o su
anulación por la vía de la descalificación como algunos suponen, aparentemente
sin argumentos.
Tampoco puede descartarse desde luego la posibilidad de que se imponga el
criterio de quienes apuestan a ganar la elección con las impresumibles técnicas
del día “D”, o con los acuerdos cupulares que mueven voto corporativo.
Pero no entremos en el terreno de las conjeturas y anotemos sólo que si fuera
el caso, ambas fuerzas políticas tendrían esa alternativa.
Lo cierto es que Sonora pasó de la “simulación democrática” a la
“democracia minimalista” y la nueva forma de hacer política que se anunció
desde el 2009 sigue pendiente.