
Ramiro Hernández
Llanas fue el desafortunado connacional que ayer sucumbió no sólo ante la
inyección letal que le fue aplicada, sino también ante la discriminación, abuso
y prepotencia de una nación que se auto-ejerce como la policía del planeta.
No sé porque hago asociación de ideas al venir a mi mente
el caso tan afamado de la francesa Florence
Cassez a quien por “tecnicismos legales”, al tronado de dedos del gobierno francés
al de Peña Nieto, de inmediato fue
soltada.

Qué curioso, el Gobernador de Texas debe sentirse como una
especie de dios terrenal, ya que en sus manos está la decisión de mantener o
quitar una vida humana.
Por último para terminar esta parrafada, y parafraseando
a mi estimado amigo el profesor Alejandro
Ramírez Cisneros, me quedo peripatético,
anonadado y culisóplido por la “enérgica protesta” derivada de tal
acto por parte del gobierno estadunidense. La mentada protesta en el tono que
vaya y sobre todo originada del gobierno mexicano tan arrastrado, abyecto y
espurio, los gringos se la pasan por los güevos y se limpian el “zufiate” con
ella (perdón por el exabrupto). He dicho.