Daniela Rea/ Animal político
Clavado en los bordes de Ciudad Juárez, donde los caminos
son de tierra y las esquinas narran las muertes de la guerra contra el narco,
existe un comedor comunitario que alimenta a niños rarámuris antes de ir a la
escuela. Hoy, este lugar está a punto de cerrar por falta de recursos
económicos.
Si eso ocurre, no sólo cerraría el comedor, también la
oportunidad que se abrió para que los niños puedan aprender en la escuela.
“Desde que comenzamos con el comedor damos de comer a los
niños de lunes a viernes, con alimentos que nutren y llenan, por esa
razón nos preocupa tanto el no tener apoyo para continuar con desayunos, porque
muchos de ellos dejarían de comer nutritivo”, dice Rosalinda Guadalajara,
segunda gobernadora de la comunidad rarámuri en Ciudad Juárez, quien además
asegura que ninguno de estos niños es beneficiario de la Cruzada contra el
Hambre impulsada por el gobierno federal.
Hace 15 años, los papás de esta comunidad rarámuri,
clavada en los bordes de Ciudad Juárez, se juntaron para hacer un comedor
comunitario dónde alimentar a los niños antes de clases.
La inquietud la sembró el maestro de la escuela a donde
iban, luego de regañarlos porque los niños se dormían, tenían dolores de cabeza
o de plano no aprendían nada en el salón.
“El comedor se hizo porque muchos de los papás no tenían
qué ofrecer antes de ir a la escuela, no daban desayuno porque no tenían
recursos, no tenían qué dar, entonces los profes se quejaron de niños que no
aprendían, que se quedaban dormidos, que muchos dolía la cabeza, dolía
estómago. Entonces los papás preguntaron que qué se debía eso y vieron que era
porque no desayunaban”, cuenta Rosalinda.
“Y en estos años ha funcionado, nos ha traído mejor, los
niños han aprendido más, han ido a estudiar a la escuela, aprenden a lavarse
cara, dientes, manos, a estar sanos, los hemos visto más contentos porque
vienen temprano, el desayuno se sirve a las 7, pero desde antes ya están aquí”.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la
Política Social (Coneval), uno de cada 5 habitantes de Ciudad Juárez padece
pobreza extrema, es decir, no tiene dinero suficiente para satisfacer sus
necesidades de alimentación. Además, casi el 40% de la población padece pobreza
general, ubicando al municipio fronterizo en el sexto a nivel nacional con
mayor número de pobres.
Antes que existiera el comedor, las mamás rarámuris se
turnaban y cada día una recibía a los hijos de las otras que llegaban a sus casas
con plato y vaso, con la barriga vacía por haberse ido una noche antes a dormir
sin cenar. Por la falta de espacio, los niños comían en la calle y no
faltaba el que tiraba su plato o el que era víctima de un perro hambriento que
le robaba el desayuno.
Luego, las familias consiguieron apoyo para construir un
cuarto y dejar de fijo el comedor, se organizaron en equipos de tres y cada
día, desde entonces, llegan antes de que amanezca a preparar el desayuno
caliente para los niños de 70 familias.
Durante este tiempo el comedor ha logrado sobrevivir con
donaciones voluntarias y trabajo voluntario de la comunidad rarámuri, pero en
el 2011 estuvo a punto de cerrarse.
Entonces, con la estrategia “Todos Somos Juárez” operando
en la ciudad, se solicitó apoyo al secretario de Desarrollo Social, Heriberto
Félix, quien los canalizó con la delegación y respondió que la única forma
de apoyarlos era a través de los programas de la propia dependencia, y como
ninguno encajaba con el proyecto, no se le dieron recursos.
“Nadie vino a apoyar de ninguna asociación, los del
gobierno dijeron que no podían porque no había programa social, los que nos han
apoyado son gente, hicimos publicidad y todo eso y la gente donó”, relata
Rosalinda.