jueves, 27 de febrero de 2014

Benemérito, desmeritado

Ventura Cota Borbón
Fue, si mi memoria no me falla, en el trienio de Carlos Ernesto Zataráin González en los que según rezaba un cartelón publicitario situado en la parte baja del monumento en honor a don Benito Pablo Juárez García, que se invirtieron trescientos setenta y cinco mil pesos para remozar dicho lugar de esparcimiento. De hecho y hasta hoy, la última vez que se dedicó algo del presupuesto municipal para ese rubro.

Pasaron tres años de gobierno del Lic. Antonio “Toño” Astiazarán, tres del Ing. César Lizárraga y ya van casi dos del Lic. Otto Claussen en que al monumento de marras no se le ha invertido nada, fuera de la “manita de gato” que se le da previo al 21 de marzo, aniversario del nacimiento del Benemérito o incluso el 18 de julio, en que se cumple años de su óbito. De ahí en fuera –y perdonando la necedad-, nada.

Precisamente, aunado al deterioro natural que puede tener el lugar, a la indiferencia de las autoridades que deben encargarse de su mantenimiento y a la ausencia de vigilancia, es que el pasado 14 de febrero, el mal llamado Día del Amor y la Amistad, este lugar iconográfico de nuestro Guaymas fue lastimosamente vulnerado y vejado salvajemente por un animal que según lo que se ve en las fotografías, o andaba muy drogado o muy enamorado o ambas cosas.

Toda la plancha del piso que abarca una superficie aproximada de mil cien metros cuadrados, fue pintarrajada con aerosol color negro y rojo. No conforme con esa acción desmesurada, el barbaján en mención –cuyo apodo o apelativo es Rely-, rayó también bancas laterales y los 38 escalones que guían a la cima de ese gran monumento.

Adolecí parte de mi infancia y adolescencia e incluso adultez en ese lugar ya que nací a las faldas de ese cerro –Malakof-, por esa razón me molesta y me duele que ese rincón antaño de sano esparcimiento, esté tan deteriorado y abandonado a pesar de lo magnífico que podría ser explotar su ubicación y que la falta de visión de ciertos políticos, han dejado prácticamente a la suerte de como se vaya presentando el panorama.

Quienes tuvieron –tuvimos-, el privilegio de conocer en toda su magnitud ese lugar, recordarán que el cuidado que se le brindaba era sencillo pero cotidiano, por ello durante muchos años los faros y lámparas que iluminaban dicho espacio, la pintura siempre reluciente y la propia estatua del autor de la Reformas en el país, fue de una belleza que por desgracia jamás volveremos a contemplar. No está en los planes de nadie recuperar esa joya arquitectónica que representa todo en conjunto el lugar dedicado al oriundo de Guelatao, Oaxaca.
 
Ni modo, sólo queda mostrar la evidencia fotográfica, que la autoridad –léase Policía-, localice al autor del desaguisado y que éste además de enmendar el daño sea encarcelado, entonces sí, de lograrse ese sueño guajiro, sabremos si existe alguna esperanza de que ese monumento propiedad de los guaymenses, no pase a ser como una especie en extinción.


Ni modo, como dijo la Rosa Amelia.