Ventura Cota Borbón
Fue, si
mi memoria no me falla, en el trienio de Carlos
Ernesto Zataráin González en los que según rezaba un cartelón publicitario situado
en la parte baja del monumento en honor a don Benito Pablo Juárez García, que se invirtieron trescientos setenta
y cinco mil pesos para remozar dicho lugar de esparcimiento. De hecho y hasta
hoy, la última vez que se dedicó algo del presupuesto municipal para ese rubro.
Pasaron
tres años de gobierno del Lic. Antonio “Toño”
Astiazarán, tres del Ing. César
Lizárraga y ya van casi dos del Lic. Otto
Claussen en que al monumento de marras no se le ha invertido nada, fuera de
la “manita de gato” que se le da previo al 21 de marzo, aniversario del
nacimiento del Benemérito o incluso el 18 de julio, en que se cumple años de su
óbito. De ahí en fuera –y perdonando la necedad-, nada.
Precisamente,
aunado al deterioro natural que puede tener el lugar, a la indiferencia de las
autoridades que deben encargarse de su mantenimiento y a la ausencia de
vigilancia, es que el pasado 14 de febrero, el mal llamado Día del Amor y la
Amistad, este lugar iconográfico de nuestro Guaymas fue lastimosamente
vulnerado y vejado salvajemente por un animal que según lo que se ve en las
fotografías, o andaba muy drogado o muy enamorado o ambas cosas.
Toda la
plancha del piso que abarca una superficie aproximada de mil cien metros
cuadrados, fue pintarrajada con aerosol color negro y rojo. No conforme con esa
acción desmesurada, el barbaján en mención –cuyo apodo o apelativo es Rely-, rayó
también bancas laterales y los 38 escalones que guían a la cima de ese gran
monumento.
Adolecí
parte de mi infancia y adolescencia e incluso adultez en ese lugar ya que nací a
las faldas de ese cerro –Malakof-, por esa razón me molesta y me duele que ese
rincón antaño de sano esparcimiento, esté tan deteriorado y abandonado a pesar
de lo magnífico que podría ser explotar su ubicación y que la falta de visión
de ciertos políticos, han dejado prácticamente a la suerte de como se vaya
presentando el panorama.
Quienes
tuvieron –tuvimos-, el privilegio de conocer en toda su magnitud ese lugar,
recordarán que el cuidado que se le brindaba era sencillo pero cotidiano, por
ello durante muchos años los faros y lámparas que iluminaban dicho espacio, la
pintura siempre reluciente y la propia estatua del autor de la Reformas en el
país, fue de una belleza que por desgracia jamás volveremos a contemplar. No
está en los planes de nadie recuperar esa joya arquitectónica que representa
todo en conjunto el lugar dedicado al oriundo de Guelatao, Oaxaca.
Ni modo,
sólo queda mostrar la evidencia fotográfica, que la autoridad –léase Policía-,
localice al autor del desaguisado y que éste además de enmendar el daño sea
encarcelado, entonces sí, de lograrse ese sueño guajiro, sabremos si existe alguna
esperanza de que ese monumento propiedad de los guaymenses, no pase a ser como
una especie en extinción.
Ni modo,
como dijo la Rosa Amelia.